domingo, junio 11, 2006

San Marcos: Día 1

El profesor de álgebra dictaba la clase pero sin las dosis de humor con las que solía matizarlas. Se asomaba nerviosamente a la ventana dejando pendiente una explicación. Su rostro denotaba mucha preocupación. Cualquiera de nosotros podía darse cuenta de que sus ideas y toda su atención no se encontraban dentro del aula sino tras los cristales, en aquel griterío creciente que se colaba por cada hueco, por cada rescoldo del aula 101. Los gritos sonaban amenazantes; eran arengas subversivas de las primeras que oía en mi primer año de estudiante universitario.

San Marcos tenía la mala fama de ser el centro de focos subversivos y en cuyas aulas y ambientes, en general, grupos subversivos ejercían mucha influencia, en base al terror, sobre la comunidad universitaria. Era el pan de cada día ver una enorme pintura de Mao Tse Tung sobre la fachada de Administración y un mural que representaba los mil ojos y mil oídos de los seguidores del anarquismo.

Decidí estudiar la carrera de moda en el momento: Computación. Con mi beca por haber ocupado el segundo lugar en la secundaria no tuvo muchos problemas para ingresar. La Facultad de Matemáticas era enorme y cientos de rosotros bisoños, juveniles o adolescentes ponían la nota de alegría. Sin embargo, en el interior se podían ver muchas pintas con la hoz y el martillo. Por idea nuestra decidimos pintar las paredes de un blanco inmaculado. Nuestra buena acción sólo duró 24 horas pues muy pronto las pintas ocuparon sus lugares de siempre. Se supone que las puertas de la facultad se cerraban por las noches, sin embargo éstas personas lograban entrar sin mayor dificultad a los ambientes y sumirlos en un hoyo caótico, decadente y de intolerancia total.

Los gritos sonaban más cercanos, el ensordececedor ulular de una sirena policial se impuso sobre aquellos. Una fuerte explosión que remeció los vidrios nos hizo saltar de los asientos. La explosión fue muy fuerte pero la onda expansiva no estaba orientada hacia los vidrios de la facultad porque de lo contrario las consecuencias habrían sido inimaginables por los enormes ventanales. Todos, incluyendo el profesor, salimos violentamente. Las chicas parecían muy nerviosas, yo miraba los ojos de preocupación de Enrique, mi compañero de carpeta. En las afueras de la facultad un grupo enorme de alumnos había tenido la misma iniciativa nuestra pero no había escapatoria alguna. Las puertas que daban a la avenida venezuela estaban cubiertas con unidades de asalto y policía que lanzaban a diestra y siniestra gases lagrimógenos. huimos de ellos pero nos encontramos en medio de un fuego cruzado. Un grupo de encapuchados, algunos con cuadernos y libros bajo sus brazos lanzaban piedras y bombas molotov sobre las fuerzas del orden. Nosotros huimos, en medio de ahogos, hacia el estadio. La garganta me picaba y apenas podía respirar. Estábamos cercados. Todos tosían o arrojaban. Salimos en gran desbande por la puerta de derecho en medio de una lluvia de piedras por parte de los estudiantes o terroristas infiltrados y varazos de la policía que imponía el orden a su manera y a un grupo de adolescentes temerosos con ganas de llegar sanos y salvos a sus casas.

6 comentarios:

Rolando Escaró dijo...

en verdad espero q cosas como esa no se repitan nuevamente (yo tambien vivi esa incertidumbre)

Natalio Costurero dijo...

...hola....

cuando entre a san marcos las cosas ya habian mejorado, pero mi hermano si sufrio todo eso...... que bueno encontrar a mas sanmarquinas!!!

Dinorider d'Andoandor dijo...

ojala los tiempos de la marca tenebrosa no vuelvan jamas

Dinorider d'Andoandor dijo...

deben haber sido tiempos muy dificiles

Anónimo dijo...

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