lunes, julio 31, 2006

"¡Aquí penan como la concha su madre...!"

Se ha convertido en mi rutina de los últimos días salir a comer después de las tres de la tarde. La tarea de recibir proveedores es ardua y son los miércoles los peores días pues la carga de trabajo es intensa. Tenemos que recibir mercadería directamente del proveedor (y no uno sino muchos), chequearla y luego mandarla a la sucursal correspondiente siempre y cuando el sistema de cómputo lo permita, pues en lugar de ser nuestro mejor aliado actúa, mezquinamente, como nuestro peor enemigo.

Lo normal después de recibir la mercadería y chequearla es disponerla (proceso asociado al sistema) y anclarla (otro proceso también asociado al sistema) en sucursal, pero el sistema impide disponer la mercadería y por ende tampoco se puede anclar. Tenemos que elaborar listas con las mercadería, llevarlas al encargado para que las digite o en su defecto aplicar otra opción del sistema que es asignar pedido a tienda, una tarea tediosa y propensa a errores. El miércoles pasado fue toda una odisea. Algunos salimos a comer recién a las tres y otros a las cuatro. Cuando el encargado me dijo que podía ir a comer me sentí más que aliviado pues ya empezaba a ver estrellitas fulgurantes a mi alrededor y a sentir un sabor a hiel en mi boca. Cuando llegué al comedor, con paso presuroso y con el hambre por delante, no era el único. Todos devoraban su comida con gran impetú y a pesar del agotamiento físico y mental la alegría era contagiante. Como siempre el tema de conversación era "Alondra". "Alondra" no es una chica sino un chico amanerado que es el "amor platónico" de todos... Obvio que todos se tiran la pelota.

Hablábamos de cualquier cosa para pasar el rato y de repente de entre las bancas del comedor, como una aparición fantasmal, emergió la figura del tío "Lobo" que se desperezaba levantando los brazos después de una siesta más que merecida. El tío "Lobo" es una persona ya mayor, siendo lo más destacado de su aspecto sus enormes y desorbitados ojos, además de su grotesco sentido del humor. Walter le hizo una pregunta inocente y recibió por parte del tío "Lobo" una respuesta criolla aderezada con ajos y cebollas y envuelta en una sonora carcajada. Todos reímos al unísono menos Walter que se puso rojo de la vergüenza pues se había convertido en el "punto" del tío "Lobo".

El tío "Lobo" monopolizó la conversación con sabrosas anécdotas de sus diez años en la empresa y en una rato serio nos aconsejo que no faltemos pues la calle está dura... Nos contó como era el almacén en sus inicios. Actualmente podíamos ver una enorme mole con lo mejor y más moderno de un almacén que se precie como tal en toda la extensión y el sentido de la palabra. Antes, contaba el tío "Lobo" que podíamos transitar como ahora con los patos... El piso en lugar de concreto parejo era tierra y llena de hoyos que habría que cubrir con ayuda de una lampa, colocar cartones y tapizones para que las carretillas y los patos mecánicos, escasos, pudiesen transitar. El trabajo era duro y el tío contaba que hasta algunos lloraba y otros no retornaban después de salir a comer. La mercadería estaba regada por doquier formando inmensos cerros que bien podrían hacer de fortaleza inca. Nos contó que una vez tuvo a su cargo a 150 personas y que tenía que estar al pendiente de que ninguno de ellos "hueveara". El tío tiene un silbido potento, agudísimo y muy conocido por todo el mundo. Apenas silbaba aparecían y dejaban a medias los que estaban haciendo y las 150 personas se acercaban con premura al tío "Lobo" rodeándolo. Él, a pesar de su gran manejo de grupo, se asustaba del enorme tumulto en torno suyo y decía "nada, nada, regresen a trabajar".

El tío, en aquel entonces, vivía en el Callao y salía siempre muy tarde, algunas veces a la diez, otras a las once y no faltaban los días en que lo hacía a la una o dos de la mañana por lo qu dormía en algún parque o dentro del almacén. Se las arreglaba para no pasar frío pero no podía hacer nada contra las almas pues "aquí penan como la concha su madre, sobrinos...", lo decía abriendo enormes sus ya desorbitados ojos que se mantenían en cavidades oculares de puro milagro. "Me echaba a dormir y sentía clarito como me jalaban las piernas, daba palmazos por mis pies y sentía que me jalaban del brazo, llevaba mi brazo al pecho y me jalaban de los cabellos... ¡Aquí penan como la concha su madre...!".

Para cualquier incrédulo toda explicación se relacionaría con un mal sueño pero para no dejar duda alguna sobre las almas en pena, el tío refirió otra anécdota. Esta vez trabajaba de madrugada con un grupo de 30 personas. El trabajo era muy fuerte y él se daba cuenta de ello y los mandaba a que se tomen un descanso de hora u hora y cuarto. Él, mientras tanto, cogía unos cuantos cartones y se tiraba a descansar en el piso rodeado de inmensas torres hechas en base a cajas de cartón llenas de ropa y otros enseres. No había transcurrido más que un instante que había mandado a los chicos al descanso cuando sintió el ruído de cajas cayendo y voces de personas trabajando. Él, pensó que los chicos habían retornado del descanso y que ya se encontraban trabajando y se levantó para dirigir los trabajos. Camino por los largos pasillos hechos de cajas pero no vio a nadie, por más que buscó y buscó a través de ese laberinto hecho de cajas no vio a nadie. Se le heló la sangré y un escalofrío le recorrió el espinazo. Silbó más fuerte que nunca y por primera vez en su vida nadie acudió a su encuentro. A falta de alas no le quedo más que huir dando brincos y tumbos contra las cajas desesperadamente...

Yo he trabajado de madrugada algunas veces en el almacén y por más que sea incrédulo total sentí presencias y frías ventiscas en lugares donde no había aberturas. Cuando caminaba con dirección al baño, lo hacía a toda prisa. El silencio era total. Orinaba con temor esperando que algo saltara por mis espaldas... Si alguno vez logro ver un fantasma en mi vida no lo imagino de otra manera que con aquellos ojos saltones y la carcajada desmesurada del tío "Lobo".


sábado, julio 29, 2006

Valeria

El viernes descansé por las fiestas y hoy, sábado, tuve que levantarme muy temprano para ir al almacén. Me costó mucho trabajo sacudirme de la modorra y ponerme en pie pues ya me había acostumbrado al nuevo horario de ingreso de las ocho de la mañana y volver al anterior, de las siete, se convirtió en una tortura indescriptible. El jueves último, nuestro encargado, con un mail en mano, nos informó que, con carácter oficial, teníamos que venir si o sí a trabajar el sábado o sino a partir del lunes que, hablando eufemísticamente, no nos tomemos la molestia de asomar las narices por el almacén. Algunos mostraron manifiesta resignación, otros solapada molestia e incomodidad refunfuñando y mascullando entre dientes palabras irreproducibles. No ibamos a trabajar en nuestra zona sino que íbamos de apoyo a otra. La alarma del celular sonó a las 4:45 pero recién me levanté a las cinco en punto cuando nuevamente la alarma del móvil sonó para recordarme una fecha muy importante: El cumpleaños de Valeria... La noche anterior, viernes, tuve que rechazar una atractiva invitación de Diana para asistir a una fiestita. Diana, es una chica muy linda, mi amiga cariñosa, amante ocasional, archi-super-hiper liberal por lo que decirle "no puedo, tengo que trabajar mañana temprano" me dolió en el alma dos veces. "Lo que te pierdes", me dijo... Noches con Diana son irrepetibles aunque mantengo vivas las esperanzas que éstas no se vean tan lejanas como las estrellas en el firmamento.

Le prometí a la mamá de Valeria, mi hermana, que yo le iba a llevar la torta. Salí del trabajo a las cuatro de la tarde con gran molestia a cuestas pues nuestro encargado, el jueves último, nos había asegurado que nos iban a dar refrigerio pero ésto no ocurrió así y tuve que pagar con mi dinero por un pobrísimo menú hecho a base de arroz en exceso y de guiso en mínima proporción. Salí al comer en el comedor exterior pues allí se encontraba El Viejo. Le hice compañía. Éramos los únicos almorzando a las dos y media de la tarde con un frío en ciernes, definitivamente, hoy fue uno de los días más fríos de esta temporada. Un viento helado se colaba por las rejas y me hacía temblar. Escapé antes de que dieran las cuatro, previa autorización del encargado de aquella zona y me dirigí a la avenida San Juan donde compré una torta de chocolate para "La Vale". Llegué a la casa de mi hermana a las cinco de la tarde y allí ya se encontraban además de Elisa, Samuel y sus hijos, mi padre y mi hermana mayor. "La Vale" al verme se mostró disforzada y la abracé y ella hizo lo propio con gran afecto, total, cuatro años no se cumplen todos los días. Valeria es una niñita encantadora a la que quiero tanto como podría querer a una hija si en caso la tuviese. La reunión fue pequeña, sencilla y acorde con una familia de Villa el Salvador, pobres pero felices.


¡Feliz cumple Vale!

domingo, julio 23, 2006

"Calzoncillos abajo"

Trabajo en un enorme almacén, quizás el más grande del país. El personal, en temporadas festivas, puede llegar a los 600 o más y es en estas ocasiones cuando todo parece ser escaso o insuficiente: Las colas para calentar la comida en los microondas son enormes, no hay casilleros disponibles para guardar tu ropa y a riesgo de que te roben tienes que dejarla sobre los casilleros del baño (sin embargo, tener casillero propio no asegura en absoluto seguridad pues se han registrado repetidos casos en que los candados han sido violentados y sustraídas las prendas de dentro; a Benito, un regular muy antiguo, le robaron sus botas nuevas y a otros más sus uniformes) e incluso el trabajo escasea por la gran cantidad de personas asignadas a una misma zona; en medio de un enjambre humano hay que inventarse "chambas" para que no parezcas que estás "hueveando". La gente de apoyo o campaña son los que ingresan en gran número para aliviar la ingente carga de trabajo que recae sobre los regulares. Algunos regulares son muy buena onda, otros, en cambio, actúan con el despotismo más absoluto. Yo he estado cargo de ambos tipos de regulares pero los muy buena onda han sido en mayor número y muchos de ellos son muy buenos amigos ahora. Un campaña o apoyo es la última rueda del coche y tiene que pagar el derecho de piso haciendo la tarea más ruda. Las jornadas de trabajo, en algunos casos, sobrepasa con holgura las doce horas, algunos amigos han concluído su trabajo a las dos de la mañana y al día siguiente tenían que presentarse a trabajar a las siete en punto. Una vez me quedé hasta las doce de la noche y conseguir una movilidad a esa hora era una tarea más que imposible. Estaba parado sólo en un paradero de una zona peligrosa... A pocas cuadras un grupo de "fumones" iba haciendo cabriolas, vociferando y acercándose peligrosamente. Ya había pasado media hora desde que había llegado a aquel paradero y ningún que fuera para San Juan. Los taxis querían cobrarme 15 soles por llevarme a casa, yo sólo tenía en los bolsillo, contando las moneditas de 5 céntimos de vuelto que me dieron en el Tottus, tres soles. Al poco rato en una mototaxi llegó un grupo de conocidos, también trabajadores del almacén, eran tantos que tomamos dos taxis compartiendo los gastos previo regateo del precio. Abordé el taxi, y el grupo de "fumones" de aspecto descuidado, verbo vulgar seguían inmersos en medio de una conversación incoherente y lleno de ademanes y movimientos anti-gravitacionales.

Vengo haciendo "campañas" desde diciembre, todas duran menos de un mes. Lo ideal parael service es que no llegues al mes para no establecer un vínculo laboral serio. He tenido campañas de 28 días como de tres días y descanso de una semana y hasta de tres semanas, obviamente no pagadas. He conocido a tanta gente que recordar sus nombres y rostros es tarea dificilísima. En mi campaña de diciembre ocurrió un hecho muy gracioso. José, un joven de aspecto desgarbado, muy trabajador y dueño de un hedor insufrible, fruto de su exceso de sudoración, fue protagonista hilarante. A la salida del almacén, teníamos que pasar por doble revisión. Generalmente sólo hay una revisión en el edificio principal pero al haberse producido algunos robos la revisión era doble: Una en el edificio y otra en la salida misma del gran almacén. José, es un tanto atolondrado como pundonoroso en el trabajo. Muy apurado fue a pasar revisión. La cola para la misma una constante día con día. Cuando llegó su turno se bajó el buzo junto con dos chicos más y dejo a la vista su miembro viril. El vigilante se cabreó un tanto y sólo en ese momento, José, recordó que no se había puesto calzoncillos. Lejos de avergonzarse le dijo al vigilante que no había tenido tiempo para lavar su ropa mientras se levantaba el buzo con premura y el miembro de seguridad sólo moviendo la cabeza medio sorprendido. Ya conciente de su propio olvido fue a la segunda revisión pero antes advirtió al miembro de seguridad de que no había traído calzoncillos encima, el seguridad con voz hosca e impersonal sólo dijo: "Estamos entre hombres...". Hasta el final de la campaña, José, conservó el mote de "Sin forro".

En una de mis campañas se produjo el robo de dos valiosas memorias MP3 y las revisiones en casilleros, mochilas y a los propias trabajadores fue más que exhaustiva. Las colas de revisión además de ser enormes, hecho nada fuera de lo común, ahora eran más que lentas. Entré junto con dos compañeros y nos pidieron los miembros de seguridad que nos bajáramos hasta los calzoncillos, el temor mayor de mis ocasionales compañero en la revisión era de que uno de los miembros de seguridad pasase a hacer un chequeo proctológico. No es la primera que me desnudado pero esta vez me sentí vejado en mi orgullo. Mis mejillas estuvieron encendidas y ardientes por muy buen rato. Mientras caminaba con mis compañeros los cinco "cuadrones" que nos separan del paradero estaba más que molesto por tamaña humillación.


domingo, julio 16, 2006

"Desconfianza"

La CONFIANZA es un bien sumamente apreciado como escaso resulta encontrarlo en un Mundo cuya normativa implícita parece ser la competencia, libre de cargos y culpas, por la supervivencia y en no confiar en nadie más que en uno mismo, una forma básica de egoísmo. La CONFIANZA se gana día a día, se cultiva con gran esmero y eres capaz de poner las manos al fuego por otra persona. Así supongo que sentía Lucho, mi jefe inmediato, y que vio en mí a una persona de confianza a la que trataba con gran deferencia. Trabajé con él un mes y quedó encantado con mi desempeño, como me lo hizo saber. Después, fui asignado a otra área, sin embargo cada vez que nos cruzábamos por algún pasillo del gran almacén me saludaba con un fuerte apretón de manos o con una de esas sonrisas bonachonas que me conmovían hasta lo más hondo, pues me sentía apreciado y útil.

Hace un par de semanas volví a su área junto con cinco personas más. Me sentí tranquilo porque fui acompañado de Walter, "Charapa" y Bric a quienes conozco desde hace mucho y conozco su manera de trabajar. A las otras personas no las conocía pero con el transcurrir del tiempo no me han impresionado en lo absoluto. Después llegaron cinco más pero sin la motivación necesaria para realizar un buen trabajo. Lucho nos jaló a "Charapa" y a mí a su lado para trabajar con su personal más directo, luego volvimos con los demás. Depositó mucha confianza en mí y creo que yo la traicioné al cometer un descuido terrible. El mismo Lucho fue a preguntarme dos veces si yo había hecho ese trabajo, parecía que no lo podía creer y yo le dije la verdad pero no tuve tiempo de mostrarle mis excusas a nivel personal. Se siente pésimo cuando sientes que pierdes la confianza de una persona. Me habló usando palabras muy "fuertes" como nunca antes lo había hecho y yo tuve que aceptar mi error sin darle vueltas. Me dijo que las sanciones sería severas pero a las pocas horas me dijo que había logrado solucionar el problema en los mejores términos. Sin embargo, algo se resquebrajó entre él y yo. Antes sentía su mirada cálida y su sonrisa bonachona pero ahora sentía una mirada apagada y una sonrisa mustia. Nada peor que fallarle a una persona tan amable. Mientras todos trabajaban él se acercaba donde me encontraba y me orientaba sobre el trabajo para no cometer ningún error y me pedía muy amablemente que vigilara el trabajo del resto pues no confiaba en ellos...


martes, julio 11, 2006

"Yo, regular" (Parte 1)

A las dos de la tarde perifonearon mi nombre a través de los parlantes del almacén. Yo no alcancé a escuchar nada pues me encontraba en el comedor devorando el lomito de mi taper que acaba de sacar humeante del microondas. Tuve que hacer malabares, con la cuchara, para coger las papas, que me había enviado en lugar de un tenedor. El comedor se encontraba abarrotado de trabajadores, algunos comiendo, otros conversando y un par que derrotados por el sueño se había acostado de espaldas sobre las bancas ocupando buena parte de ellas. Un murmullo ininteligible como bruma cubría el ambiente, de tanto en tanto palabras sueltas volaban libres y quedaban flotando en el espacio abierto. Un frío intenso me hacía tiritar de pies a cabeza. El comedor, consta de varias mesas largas y cada una de ellas acompañadas de dos bancas tan largas como las mesas; se encuentra ubicado a un lado del estacionamiento y separado de aquel por un enrejado. El techo está hecho de cañabrava que cuando llueve deja pasar algunas gotas que caen mansamente sobre la cabeza de algún desprevenido comensal.

Me encontraba rodeado de mucha gente conocida pero ninguno que trabajara en mi zona, por lo que podría decir que me encontraba sólo pero rodeado de mucha gente. A los diez minutos que había empezado a comer llegó Mario, muy amigo mío, un chico risueño y que siempre me saluda de una manera muy peculiar: "¡Habla Chantarín!, ¿como anda la molleja?". La primera vez que escuché aquella expresión mostré mi total extrañeza y picado por la curiosidad le pedí que me explicara. Traducido al castellano castizo puede decirse de esta manera: "¿Cómo estás amigo que cuentas? ¿Y como te va con las chicas?", obviamente, suavizando la expresión original que posee una marcada connotación sexual.

Poco después llegó El Viejo que fue el primero en decir que había escuchado mi nombre a través de los parlantes pidiendo que me acercara a la oficina de recursos humanos. Inicialmente, me pareció que se trataba de una broma. Me dijo que también había llamado a Lucho y Walter. Paúl, otro chico de la zona, me repitió lo que había dicho El Viejo, entonces recién le creí. Quise terminar de comer pero no pude. Tapé mi taper y les dije que regresaba en un instante. De camino a la oficina de Recursos Humanos me crucé con Walter y Lucho que ya habían ido a la oficina de recursos humanos y que se dirigían ahora al comedor con un aire de seriedad en sus rostros. No hable mucho con ellos sólo me dijeron que Ricardo quería hablar conmigo. Entré al almacén, y algunos amigos más me dijeron lo que todos habían oído menos yo. Algunos me llamaban "¡ya la hiciste!". Con premura subí las escaleras y me dirigí a la oficina. A través de los cristales ví a Ricardo y a Enrique. Apenas me vio Ricardo me ordenó pasar. Sentado con el cuello vuelto atrás y dejando la mayor parte de su humanidad orientado hacia el escritorio me empezó a decir que se me había presentado una buena oportunidad y que no podía desaprovecharla. Me estaba ofreciendo la posibilidad de pasar de ser un trabajador por contratos cortos o campañas a regular con todos los beneficios. Me sorprendieron sus palabras. Me dijo también que tenía que convesar con mi encargado de zona para ver si estaba de acuerdo con aquella media pues ella involucraba un cambio de zona. Le pregunté que adónde me iban a enviar y me dijo que aquella pregunta no venía al caso pues un regular puede ser asignado a cualquier zona. En todo caso me dijo que primero conversara con mi encargado de zona para salir de allí como un caballero. Le agradecí y le dije que conversaría con mi encargado y que después pasaría por la oficina para informarle el resultado. Volví al comedor.

Walter, siempre alegre, bromista estaba muy serio al igual que Lucho que se mostraba pensativo (¿será verdad tanta belleza?). Tanto tiempo luchando por ser considerado como un trabajador estable, tantas promesas incumplidas y que este cambio de situación laboral se diera de una manera tan inesperada no lograba convencerme del todo. La semana pasada, Heller, el encargado de mi zona había seleccionado de entre más de 40 personas a tres regulares. Escogió a tres personas a las que apreció mucho, sin embargo una sensación de desazón y resignación se apoderó de mi... Total, ya estaba acostumbrado a los finales de contrato y a esperar una nueva llamada a labora tuviendo muchas veces que esperar más de dos semanas para un nuevo llamado. Sammy, uno de los elegidos me miraba tratando de hallar en mi alguna señal de envidia. No la había como tampoco una gota de alegría. "Ya te tocará...", me dijo, "no es gran cosa", añadió. Creo que obró con justicia, el encargado, pues las tres personas son muy capaces y trabajadores y también saqué de mi cabeza la idea de ser alguna vez regular. Algunos me molestaban porque no me habían nombrado entre los elegidos y otros mostraban extrañeza de que no hubiesen mencionado.

En el comedor, Walter me contó como Ricardo se le había acercado mientras trabajaba y le había pedido sus datos ante la sorpresa de un siempre dicharachero Walter que en ese momento se había vuelto mudo. Lucho seguía sopesando la idea y estaba dudando. Primero me convencí de aceptar yo, luego Walter ("¿Me arrojo al agua como Grau?", siempre bromeando). Lucho dijo que iba a hablar primero con su encargado.


domingo, julio 09, 2006

"Un día de campo"

Después de hallarle la razón a la sinrazón y de convencerme a mí mismo, antes de que otros lo hicieran, de que no siempre es bueno o agradable ser un aburrido o un aguafiestas acepté, al primer requerimiento, la invitación para un paseo a la soleada ciudad de Chaclacayo, paraíso de centros recreacionales y sumamente propicios para pasar un día de sano esparcimiento en compañía de mis mejores amigos y de... Charito (suspiros..., más suspiros...).

El sábado, un día antes de la salida, pasamos la noche en casa de Óscar. No reunimos Ramiro, César, Walter, Óscar -el anfitrión- y yo, con la idea de ver algunas películas, levantarnos muy temprano y preparar la merienda para el tan esperado paseo. César, gran aficionado a los westerns llevó una cinta de Wyatt Earp que al principio me pareció aburrida y a los diez minutos, también. Haciendo uso y abuso de mi consabido papel de aguafiestas saqué, como un mago del sombrero, "El nombre de la Rosa", película de Jean Jacques Annaud, basada en la novela de Umberto Eco y la sugerí para espectarla de manera muy cordial evitando el rostro de desazón de César. Todos se quedaron enganchados con la peli y con la escena en la que aparece Valentina Vargas (La Rosa) y su enorme sensualidad seduciendo a un joven monje. Para dormir, nos acomodamos y desparramos lo mejor que pudimos por los sillones de la salita, y a las pocas horas, aún somnolientos tuvimos que levantarnos, a pesar de que el cuerpo pedía a gritos una par de horas más descanso, para preparar la comida. Los ojos me ardían por el escaso tiempo de reposo. Preparamos un arroz con pollo que al final y a pesar de nuestras mejores intenciones culinarias nos salio pegosteado pero digerible.

El tiempo corría muy aprisa y tanto que pareció rebasarnos en muchos casos. Abordamos con premura el bus que nos llevaría al punto de reunión. Yo llevaba una maleta de viaje enorme, creo que exageré un tanto. Poco a poco fueron llegando todos mis amigos. Ya estaban ahí Daniel, Lucho, Rita, Charito y otros chicos más. Habíamos alquilado una combi que resultó pequeña para tanto "entusiasmo". La mayoría de nosotros éramos muy tímidos y escasos de temas generales como para armar una buena conversa. Daniel, tratando de romper el hielo contó un chiste aguzando la voz a manera de un niño: "¡Mamá!, ¿el pedo pesa? ¿No? ¡Entonces ya me cagué!". Generando algunas risillas. Nadie más se animó a contar un chiste y conversábamos banalidades como para salir del paso. El viaje duró cerca de una hora por una larga y despejada carretera. Poco a poco nos fuimos alejando de la ciudad, del mudanal ruído, hasta recalar en el centro de esparcimiento de una institución militar a la que pertenecía el papá de Daniel.

Con los músculos adormecidos por el viaje y por la desvelada descendimos del vehículo. Los chicos jugamos algunos encuentros de fulbito. Las chicas se fueron para la piscina. Estaba agotado y sediento. La radio que traje no funcionaba pues nos encontrábamos rodeados de enormes y grises cerros que impedían el paso de las ondas radiales. Con los chicos fuimos a la piscina. Charito tomaba el sol en una silla desplegable. A pesar de mis esfuerzos de mantenerme incólume, impertérrito, tranqui, take easy, mi vista haciendo caso omiso a mis sugerencias quedó prendada del escote del traje de baño de Charito y de su lindo pechito que se debordaba y no hablo de emoción precisamente. Necesitaba agua fría y me sumergí en las gélidas aguas de la piscina tratando de no resbalar para no hacer una papelón pues no sabía nadar ni bien ni mal. Hace un tiempo atrás lo había intentando en las aguas de una tranquila playa con mediano éxito, ahora las cosas eran distintas, no tenía la complicidad de las olas ni de la arena a medio metro de profundidad. Ensayé algunas brazadas pero me hundía como el Titánic. Por lo que sólo apoyé mis pies en el fondo de la piscina cuya agua me llegaba al cuello y supuse que, para envanecerme neciamente de mi talla ante mi poca habilidad para el nado, a Charito el agua le iba a cubrir entera pero cual sirena, sin temores y sin ayuda de nadie se dio un clavado mostrando sus dotes de eximia nadadora. Rita con su traje de baño negro se mantenía a flote conservando su aire inocente. Charito buceaba, con mucho desenfado, entre las piernas de los chicos desbordando jovialidad, encanto y sensualidad.

El hambre iba en aumento y decidimos comer de aquella masa que habíamos preparado en la casa de Óscar y que para la tarde parecía haber mutado groseramente. El pollo estaba duro y el arroz humedo y pegajoso y tanto digerirlo que diregirlo era una verdadera epopeya. El resto de chicos, mucho más prácticos y con amplia ventaja en sentido común que nosotros fueron a un restaurant y pidieron platos mucho más presentables que el nuestro. Ellos, comiendo, un apetitoso lomo saltado o papitas con pollo frito y todas las salsas, mientras que nosotros una masa informe y fría.

Ya abrigados nos sentamos a conversar. Muchas fotitos quedaron como recuerdo de aquel entrañable paseo que a larga sirvió para unir con firmeza a un grupo de chicos que a pesar del tiempo y las circunstancias mantienen lazos irrompibles e imperecederos.

viernes, julio 07, 2006

"Terror en la puerta del baño"

Ese sábado estuvimos platicando toda la tarde. Había muy poca gente en la Facultad de Matemáticas. Discutíamos sobre el nombre del periódico mural que nos habían asignado. Con los chicos acordamos que el nombre sería "Proyecto Azul". Yo sugerí el nombrecito aquel influenciado por el gigante azul (IBM) y porque aún nos encontrábamos en una etapa de aprendizaje o proyección por lo que me pareció adecuado. Poco después, llegaron Daniel y Carolina a quienes no les gustó el nombre, pues, según ellos tenía una connotación política anárquica (¿?). Nosotros éramos, y creo que aún lo somos, totalmente apolíticos. Superado el impasse y en vista de que nadie secundó la observación, se impuso el silencio de los que no opinan por no tomar partido, quedó el nombre de "Proyecto Azul". Cada uno se encargaría de una sección determinada. Era el primer paso para cambiar la imagen de descuido de la facultad. Rogábamos que los amigos del terror no truncarán nuestros esfuerzos.

Poco a poco algunos chicos se fueron retirando. Al final sólo quedamos unos cuantos en el tercer piso de la facultad. En ese tiempo estaba en plena boga "El Pez en el agua" de Mario Vargas Llosa. El profesor de letras nos hizo leer el libro para un examen. Me tomó una semana leerlo. Saqué 18, una de las notas más altas, defendiendo a capa y espada la "sinceridad" del escritor.

Me dieron ganas de ir al baño, el más próximo se hallaba en el segundo piso. Hacía mucho frío y por los ventanales se veía un cielo gris a punto de llorar a cántaros. Me desplacé a lo largo de todo el pasillo del tercer piso hasta llegar a la escalera. Antes de pisar el pimer escalón un tipo me alcanzó. Jamás lo había visto en la facultad, tampoco sé de dónde apareció, por lo que me mostré más que sorprendido. Tendría unos 35 años, delgado, alto, moreno y con un bigote negro y muy espeso. Me preguntó por un chico cuyo nombre no había oído antes. El tipo parecía nervioso y hablaba seseando. Me dijo que, entre otras cosa, el chico que buscaba "Es un aventajado, moderno y chupa la pinga muy bien... Pero como no está, ¿tú no podrías ayudarme?" (sic). Él, Parecía angustiado y el nervioso ahora era yo. Me quedé helado con esas expresiones fuera de todo contexto en una institución educativa, por lo menos así lo creía yo entonces. Se me fueron las ganas de entrar al baño, no le dije nada al tipo, me di la media vuelta y regresé casi corriendo donde estaba mi grupo de amigos. Les conté casi ahogándome lo que me había pasado y ellos en lugar de confortarme se burlaron de mí. Me asomé por la ventana y les dije "¡allí está...!" y "¿qué esperas que no vas?", dijo una voz burlona por detrás acompañado por una risotadas a granel. Todos se asomaron por la ventana. El tipo enfundado en una casaca de cuero negro, guarecía sus manos en los bolsillos de la misma, caminaba muy deprisa y con el rostro desencajado por una desesperación manifiesta. Se alejó volteando hacia el ventanal del tercer piso y yo oculté mi cabeza. Le pedí a Kike que me acompañara al baño, sólo como medida precautoria. Cada vez que entraba a un baño, en lo sucesivo, miraba antes por los alrededores y rogando no tropezar con un tipo de similar talante y peores formas.

jueves, julio 06, 2006

"Timado como a un cachimbo"

Apenas ingresé a la Universidad me hice muy amigo de Hernán, un chico de 23 años, de aspecto descuidado, con aire de granuja y los síntomas manifiestos de haber probado de todo en esta vida. Él, fue quien me dio la mala noticia de que me habían timado como a un "cachimbo" apenas habiendo pisado la Facultad pues no tenía obligación alguna en abonar los cinco soles que pedía el Centro Federado a los ingresantes. Entonces, yo, era un adolescente imberbe, crédulo, inocente, en fin, un tonto de capirote en su más pura esencia; si hasta vergüenza me da recordar que asistí por primera vez a la U en compañía de mi mamá. Bueno, para defensa mía debo decir que sólo tenía 16 años y muy poca "calle". Creo que lo chicos de entonces o éramos más inocentes o es que yo formaba parte de un eslabón perdido.

A veces, Hernán, se comportaba de manera tan extraña que me sacaba de cuadro. Recuerdo que leyendo las pintas subversivas de las paredes de la facultad de Matemáticas y el inmenso mural que representaba a los mil ojos y mil oídos del terror siniestro, él, se ofreció a darme una explicación sobre aquellas y para lo cual me citó, para el día siguiente, a las tres de la tarde en el parquecito ubicado frente al comedor de la Ciudad Universitaria. Lo esperé por espacio de media hora por encima de la hora convenida. Un chico de otra facultad se me acercó y me preguntó si estaba solo y obvio que lo estaba pues no había nadie más alrededor... Le dije que esperaba a alguien y eso le dio pie a que se invitara sólo a hacerme compañía mientras llegaba mi amigo. Era integrante de un grupo cristiano y me mordía a preguntas que estaban relacionadas con la religión, mi tema no favorito. Menos mal que llegó Hernán y me rescató de aquel trance. Me llevó sigilosamente, como mirando que nadie nos siguiera, hasta un salón de la facultad de química donde no había nadie más que nosotros. Sacó un cuaderno destartalado hizo una serie de trazos y trató de explicarme la diferencia entre MRTA y Sendero Luminoso. Para él el MRTA era un grupo romántico no violentista como sí lo era Sendero, según sus palabras claro. Para mí, ambos grupos eran lo mismo pero a él le pareció que mi apreciación era muy simplista. Siguió haciendo garabatos pintando a los terroristas como mansas palomas idealistas, al final no recuerdo como acabó la "clase" sólo sé que seguí sintiendo temor por los terroristas y considerándolos como seres desalmados.

Hernán tenía una formación de Academia, aprobaba los cursos de número con mediana holgura. Muchas chicas se le apegaban para que les enseñara las materias que dominaba con mediana claridad y él no se hacía de rogar. Infaltable su camisa a rayas verticales y entreabierta a la altura del ombligo mostrando un incipiente vello y que no le daba vergüenza alguna jugar con él mientras conversaba con alguien.

Recuerdo que cuando caminábamos hacia la hemeroteca de la Facultad de Literatura, vimos un grupo de periodistas japoneses que hacían un informe de San Marcos. Habían plantado una cámara que registraba el paso de los estudiantes por la vereda lateral de la Facultad de Derecho. Yo caminaba orondo, no me considero telegénico en absoluto pero para qué hacerle un desplante a una cámara que grababa horas de horas para sólo poner unos cuantos segundos de lo grabado en un informe posterior. Hernán apenas vio la cámara cerca se cubrió el rostro con sus cuadernos y avanzó de esta manera hasta dejar atrás la cámara. Parecía sufrir de delirios de persecución. Poco después me hice muy amigo de Kike y nos hicimos inseparables, Hernán parecía un trotamundos pues tomaba otras clases y siempre paraba rodeado de chicas muy guapas. Después, simplemente le perdí la pista como a un gato techero...


martes, julio 04, 2006

"Arrepentimiento"

Hasta hace un par de meses, podría asegurar hoy con mediana certeza que, me hallaba aquejado por una depresión insoslayable. Mi estado de ánimo no era el de los mejores por más que a instantes me viesen sonreir y dar consejos a quienes atravesaban por devaneos similares. Tengo un aire de tristeza dentro mío desde que recuerdo y que a veces cobra la inusitada fuerza de un tornado sin parangón.Sentía mucho miedo al pensar sobre mi futuro o al sentirme sin futuro. Me aguijoneaban con terrible obstinación culpas del pasado que creí haberlas perdido por el camino pero que a la larga, como lastre, hacían más pesado mi andar. Desperdicié tantas y únicas oportunidades de las que hoy me arrepiento ostensiblemente.

Cada quien es dueño de su destino y hacedor de su dicha o desdicha, eso lo tengo bien claro y asumo plena responsabilidad de mi estado actual. Soy hipersensible, creo que heredé el carácter de mi madre aunque ella tiene una ventaja muy grande sobre mí: jamás se rinde y ama mucho a sus seres queridos. Muchas veces he tirado la toalla, me rindo con supina facilidad y creo que en toda mi vida jamás he amado alguien en el sentido que esa palabra, amor, involucra. Creo que mi actuar constante ha sido permanecer siempre al margen de todo y por lo tanto eso ha derivado en no sentirme a gusto en ningún lugar ni con nadie. Rehuyo a los compromisos por las culpas que llevo a cuestas. A pesar de miles de sendos discursos construidos exprofesamente al milímetro para sonsacarme de este estado, tarde o temprano, vuelvo a sentirme culpable.

Hoy, después de tantas marchas y contramarchas, después de tanta desesperación viene un poco de calma a mi vida. Me siento útil y apreciado, quizás no sea un estado duradero pero lo disfruto hoy. Me alegra tener los amigos que tengo porque ellos a través de actos tan simples han inyectado vida a mi vida, valga la redundancia. Siempre me ufanaba de ser distinto al resto, me sentía especial pero la cruda realidad cambió el sentido y me sentí lo peor de lo peor. Es increíble cómo personas tan sencillas te pueden dar las mejores lecciones de vida.


domingo, julio 02, 2006

"Gabriela"

Gabriela... Gabriela es una chica de mejillas rosas, ojos rasgados y el cabello cortito. Cuando sonríe se le forman unos hermosos hoyuelos en el centro de sus mejillas. Siempre parece estar de muy buen humor, es amabilísima, comunicativa, y al despedirse de mí siempre lo hace con aquella entrañable frase: "No te pierdas...", haciendo alusión a mis constantes faltas a clases de los últimos días. Definitivamente, hice mal en elegir esta carrera, me siento como un pez fuera del agua, totalmente ajeno a este lugar. Sólo su presencia disipa mis dudas, temores y me hace sentir menos culpable. Cada vez que aparece, como en una secuencia de telenovela, siento mi corazón a punto de salirse del pecho con cada latido a ritmo de un tambor tribal en desenfrenada orgía.

Ella, ingresó a la Escuela de Estadística pero con la clara idea de solicitar un traslado hacia la escuela de Tecnología Médica ubicada en la avenida Grau en el centro de Lima. Siempre estaba acompañada de Rossnel una chica altanera para mi apreciación personal. Gabriela, vive en las proximidades del puente Tingo María, distrito de Breña a pocos minutos de la Universidad. En la fiesta de cachimbos fue la chica más solicitada en cada una de los bailes. Estaban de moda algunas baladitas y los chicos se "peleaban" por bailar con ella. Yo me imaginaba abrazándola, sintiendo el calor de su cuerpo y el roce de sus brazos y manos sobre mis hombros. Estaba muy linda, vestía una blusita con pequeños cuadritos blancos y rojos que le sentaba muy bien y unos coquetos lazitos azules en el cabello que le daban un aire infantil. Recuerdo sus primeras palabras tras conocernos: "¿Cuántos años tienes?", me preguntó, a lo que yo respondí "acabo de cumplir 17", a lo que ella respondió: "Estás bien chibolo, pareces un escolar...". Sus amigos, cada vez que me referían a mí lo hacían como "El escolar" por mi aspecto de adolescente tierno. Sentí una presión sobre mi hombro y era la mano de Kike que me preguntaba hasta qué hora me iba a quedar. Reaccioné y pregunté la hora, eran las diez y media de la noche. Vivía lejos por lo que la fiesta de cachimbos para mí había terminado. Me retiré de la fiesta mirando a Gabriela departiendo sonrisas y palabras en medio de un enjambre de chicos.

La pesada carga académica hacia imposible encontrarla. Sólo coincidíamos en algunas clases comunes como las de letras que sólo eran dictadas los miércoles de cada semana... Al año o un poco más me enteré que se había trasladado a Tecnología Médica. Con Kike íbamos al comedor de Azángaro. Hacíamos una cola interminable en el comedor ubicado a un lado de la Facultad de San Fernando y de la Morgue de Lima para que en una charola metálica nos sirvieran el almuerzo del día. Kike me había contando que en varias ocasiones se había encontrado en el comedor con Gabriela con la que había conversado alegremente. Yo soñaba con un encuentro con ello y una vez se hizo realidad mi más anhelado deseo. Me topé con Gabriela frente a frente, pero no iba sola. Ella tenía su charola en sus manos y trás ella un chico en igual estado. La vi, me vio, pero esquivo la mirada como si no supiera quién era. El corazón se me hizo trizas, me mordí los labios en gesto de mortificación e incertidumbre y al poco rato la odié, la odié tanto, tanto pero creo que al final no valió de nada... ¿Dónde quedó la chica alegre, amable y comunicativa? ¿dónde? En mis recuerdos aún existe.


sábado, julio 01, 2006

"Fútbol y Conciertos en San Marcos"

Ese sábado jugamos varios encuentros de fulbito hasta muy avanzada la tarde. Las amigas del hermano de Óscar llevaron una cámara filmadora, de las enormes, y estuvieron grabando escenas de los encuentros. Obvio que las tomas estuvieron orientadas con mucho mayor énfasis hacia las piernas de los jugadores que hacia el deporte rey en su más decadente expresión; si supieran lo bonito que salió mi enorme lunar de la pierna izquierda, en primer plano, y mis flacuchas piernas corriendo a diestra y siniestra en una especie de danza o carrera sin sentido. Creo que nuestras cualidades deportivas se podrían resumir en que le echábamos muchas ganas al asunto, una especie de amor hacia el deporte que mueve a las masas, que despierta pasiones y que mueve a las reacciones más disímiles e indecodificables en la mayoría de casos.

Había mucha gente y no precisamente espectando nuestros encuentros sino en espera del concierto programado por la facultad de Derecho. Él ánimo de las personas reunidas en la explanada iba in cressendo. !Cómo cambian las tiempos! Recuerdo que en mi primer año, el año de los cachimbos, fuimos con algunos chicos y chicas de la facultad a un espectáculo en el estadio de San Marcos. Entre los invitados más destacados estuvieron Alicia Maguiña quien hizo alarde de su humildad, con el sarcasmo del caso, al reconocer públicamente su origen de pobre chica hacendada y al exceso celo del colegio de monjas, donde la matricularon, para con ella pues la consideraban una rústica especimen proveniente del ande y que no iba saber comportarse a la altura de sus condiscípulas limeñas ignorando de plano los juegos del destino y en lo que éste le iba a deparar. Bueno, cada quien con su propio discurso.

Para el plato de fondo estaba programada "Danai y pateando latas". Danai, era uan cantante chilena que venía sonando en la radio con mucha fuerza con canciones como "Maquillaje sensual". "Idolos" y "Tirando la puerta". Empezó con su archiconocido "Maquillaje sensual". Era la primera vez que veíamos de cerca a una cantante que sonaba en las radios y bajamos hasta la cancha del estadio, más precisamente hacia el terral que hacía las veces de pista de atletismo para escucharla de más cerca. Era una muy blanca hasta llegar a una palidez cuasi espectral. Tenía el cabello muy cortito y por las arruguitas del rostro debía haber rebasado por varios lustros la barrera de los treinta. El escenario, el tabladillo, era muy pequeño y tenía que hacer malabares para no salirse de él. Llevaba una blusita de mangas cortas y un faldón largo que muy poco cubrió cuando se agachó en un arranque histriónico. "¡Guarda con el forro!", fue el grito que resonó de entre los circunstaciales oidores que Danai se puso en pie más rápido que volando. Todo iba muy bien. A pesar de que el rock sonaba con mucha fuerza en las radioemisoras parecía tener algo de acogida. Sin embargo, un hecho desagradable vino a empañar la presentación. Un grupo de sicuris, músicos con zampoñas y ataviados con chullos y trajes andinos se acercó hasta el pie del escenario tocando su música a más no poder. No venía sólos pues venían secundados por un grupo de intolerables que no contentos con la intromisión lanzaron piedras hacia el escenario. Danai y sus músicos escaparon. Si este pequeño grupo esperaba la adhesión de la mayoría pues se equivocaron. Todos rechazaron su accionar y los retiraron en muchos mejores términos e invitaron, previas disculpas, a volver al escenario a una asuatada Danai quien a pesar del mal rato siguió cantando, lástima que la batería se rompió y dieron por culminada su presentación.

De ésto había pasado algunos años cuando la facultad de Derecho, con un San Marcos con un nuevo rostro, programó un concierto "alienado". Olvidaba que meses antes la facultad de Química realizó por su aniversario un concierto con grupos subtes y que la gente reaccionó con rechiflas obliganda al "gritante" (cantante) a mandarlos a todos a la mierda y a abandonar el escenario. Luego ingresó Rafo Ráez que sin ser lo mejor de lo mejor hizo un buen show; total, cualquier cosa sonaba mejor que ese sólo de gitarra de ensordecedor y voz aullante del cantante que lo precedió... El ambiente en la explanada de derecho estaba al tope. Las chicas más lindas de la universidad estaban presentes robándonos la atención. Antes de ir nos dimos un baño en las duchas de la residencia universitaria, estaba fresquitos. Llegamos justo para el Show de Micky Gonzáles que a ritmo de "Lola" y "Vamos a Tocache" nos hizo entrar en calor y acabar empapados como si recién acabásemos de salir de la ducha con ropa y todo...