martes, agosto 29, 2006

"!El Perú es Súper... !"

Se supone que llegado el fin de mes tu ánimo es el de los mejores. Obvio, si relacionamos el fin de mes con un suculento depósito en tu cuenta bancaria por haberte roto el lomo, literalmente, por todo un mes. Sin embargo, lejos de sentirme complacido, conforme o simplemente feliz me siento totalmente decepcionado. Revisando mi cuenta del banco he visto dos depósitos: Uno por 515.00 (quinientos quince nuevos soles) y otro por 31.00 (treinta y un nuevos soles). ¡Joder!, que es un sueldo de espanto... Odio las quejas, odio quejarme, sin embargo no puedo evitar mostrar mi desazón por tan magro ingreso. Pensé que mis ingresos de este mes por las horas extras que hice en julio (las horas extras se pagan un mes después) y el haber trabajado en feriado me iban a proporcionar un ingreso decente pero la realidad es otra y aplastante. Tengo que ver mi boleta para ver el detalle de mis ingresos, obvio que tendré que lidiar con la cara del petulante administrador de Recursos Humanos quien esgrimirá una y mil razones para demostrar que se me ha pagado "lo justo".

Llamé a Bric para comunicarle la "mala nueva" y parece que lo ha tomado peor que yo... Estoy pensando seriamente en cambiar de empleo, de país, de planeta... Este día me quedé hasta las 7:30. Fue una jornada de trabajo muy dura pero pregunto: ¿Puedo trabajar con la mejor disposición, dar mi mejor esfuerzo, si siento que no me valoran como es debido? Conociendo la impersonal conducta de una empresa supondré que a ellos poco o nada le importa la autoestima de sus trabajadores pues ésta parece estar muy por debajo de sus intereses económicos. Yo, soltero, sin hijos, sin compromisos y sin vida social (y no por falta de ganas sino de medios) me veré en apuros con mi "sueldito", imagínense a aquellos trabajadores que tienen que sostener un hogar constituído... !El Perú es super...!

Resulta una frivolidad hablar de dinero, no soy materialista pero tampoco tengo vocación de fakir que vive del aire... A veces es mejor reir para no llorar.

domingo, agosto 27, 2006

Karina

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Esta madrugada el teléfono y su impertinente timbrado me despertaron abruptamente, cortaron de plano todo vestigio de mi solaz sueño. El sábado me acosté muy temprano, creo que me quedé dormido antes de las nueve espectando un aburrido encuentro de fútbol entre mi cada vez más alicaído equipo favorito -Cristal- y otro que sin ser la octava maravilla se da el gusto y se vanaglorea de estar liderando la tabla de posiciones del mediocre fútbol peruano. Estaba muy cansado para hacer alguna otra cosa en sábado. El trabajo estuvo muy duro. Tuvimos que descargar dos contenedores conteniendo, cada uno, más 300 televisores de 21". Jamás ví tantos televisores juntos, bueno creo que es sólo la punta del iceberg de lo que me espera el lunes con la llegada de otros diez contenedores con similar carga. El "loquito" Erik me estuvo "cargando" con lo del aún vigente tema del goleador: "Allí está el goleador con los goles de chiripa... ¡Apúrate debilucho, aquí te quiero ver!". Era un día frío pero entramos en calor muy rápidamente, mi polo estaba totalmente empapado en sudor y tenía sed terrible que logré amenguar con cuatro vaso de agua y sin respirar.

Me dolían los piernas tanto por correr o empujar los televisores a lo largo del contenedor como por los golpes que recibí al bajarlos de una altura mediana. A la salida, abordamos una moto Erik, Bric y yo. El camino fue corto y luego abordé la custer que me llevaría a casa y a mi cama, destinos más deseados que nunca... Como siempre perdí quince minutos en la avenida San Juan por el tráfico. Al llegar comí sin muchas ganas y me puse a ver la tele hasta quedar profundamente dormido... El timbre del teléfono con un sonido impaciente, penetrante, me sacó del sétimo sueño y descalzo bajé los quince escalones de la escalera de caracol. Le gané el auricular a mi madre por puesta de mano, al otro lado del hilo telefónico escuché una voy harta conocida, era la de mi hermana Lita que llamaba desde el Hospital María Auxiliadora. Mantuve la calma pues tenía frente a mí a mi madre, una mujer sensible y siempre muy preocupada por sus hijos y nietos. Lo que me dijo mi hermana era que Karina, la segunda de sus hijas mujeres, estaba internada en el hospital. Náuseas, vómitos incontenibles, calenturas hacían presa a la delgada Karina. Ya le había aplicado suero intravenoso y mi hermana estaba a la espera de los resultados. Le conté a mi mamá lo que me había dicho y lo tomó con calma aparente. Mi padre, inquieto, se comunicó con el esposo de mi hermana, a las cuatro de la mañana, que se había quedado en su casa con la pequeña Valeria y con Verónica, la mayor para informarse sobre la salud de Karina. Mi hermana menor y mi padre acudieron al hospital muy temprano. Yo tuve que ir a casa de mi hermana con mi sobrino para quedarme con las nenas mientras que mi cuñado iba a dar alcance a mi hermana y a su hija en el hospital.

Karina llegó a casa a las diez y media de la mañana con las huellas de las intravenosas cubiertas con pequeños esparadrapos de colores. Débil, se echó de barriguita sobre su cama. Volvió los líquidos y el járabe que bebió. Al mediodía tomó suero y un caldito que su mami le preparó. Seguía con calentura pero de a pocos su estómago se volvía más tolerable a los alimentos. A las 4 de la tarde, hora en que regrese a casa con Valeria, ya lucía mucho mejor. Seguro que esta noche, Karina, va recibir la llamada de sus abuelos que por motivos de fuerza mayor les resulta imposible verla esta noche. Supongo que ella comprenderá. Supongo que ella estará más engreída que nunca al lado de sus padres y hermanos...

martes, agosto 22, 2006

"Golpes de Suerte"

Ayer y hoy, todos en la zona de trabajo, me estuvieron "batiendo" con lo de "goleador". Hasta Juan, nuestro jefe encargado, me estuvo "cargando" con el tema pero no le di oportunidad para que siga con la retahíla de burlas de muy buena onda pero que ya me estaban colmando la paciencia. Detesté, desde un principio, la cantaleta de "el goleador, el goleador..." que coreaba Viaña cada vez que me veía y que yo soportaba serenamente aunque, en el fondo, sin poder contener ni ocultar una media sonrisa cómplice después de todo. Estoy acostumbrado al perfil bajo y por ende no me gusta ser el centro de atención y menos con una hecho tan futil como ser el goleador de encuentros entre tipos sin físico por el exceso de trabajo. Bueno, no puedo hacerme mala sangre por las tomaduras de pelo y tendré que soportar los chistes de todo tono, al respecto, mientras dure lo que tenga que durar...

Hoy almorzamos a las tres en punto. Faltaron dos empleados de la zona y el trabajo se hizo cuesta arriba. No me dí abasto para soportar la llegada de los proveedores. Incluso, Walt, un compañero a quien Juan delegó cierta responsabilidad, me estuvo presionando de mala manera. Yo cumplo con mi trabajo y no hago milagros pero él no parece entenderlo.

Mientras almorzábamos, en el comedor, conversamos con la señora de la AFP y le manifesté que no podía ingresar a la página de Integra para ver mi cuenta por una posible caída de su servidor, me prometió averiguar el motivo no sin antes ampliarme el tema de los beneficios que alcanzaré cuando me jubile con su AFP por su alta rentabilidad. Acabada la conversa, con la señora, como para bajar el almuerzo estuve dialogando con mis compañeros acerca de los "golpes de suerte".

Bric nos contó acerca de un amigo, en su época de mataperradas, con el que caminaba de Surquillo a Miraflores y que tenía la manía de mirar siempre hacia el suelo como si buscara en él un tesoro en medio de la vereda o en un montículo de basura. Varias veces le "ligó" pues encontró, en más de una ocasión, dentro de bolsitas plásticas, dinero que algún "precavido" y a la vez distraído peatón dejó caer sobre la fría vereda. Nos contó que los fines de semana, su amigo, después de beber hasta las dos de la mañana salía a recorrer las calles del céntrico distrito y encontraba su fortuna a la vuelta de la esquina en forma de billetes verdes de variada denominación o de simples pero apreciables soles bien peruanos... "Charapa", nos contó la vez que, caminando por las calles del centro, pateó una pequeña cajetilla de cigarros, pero no cualquier cajetilla ¡eh!, algo en su interior le llamó poderosamente la atención. Con el puntapié que le dio -a la cajetilla- ésta se abrió dejando entrever algo... La recogió y miró con cuidado, en el interior había algo enrollado y sujeto con una liga. Sus ojos se llenaron de un brillo intenso al verificar que se trataban de 350 dólares bien verdes y bien americanos. Ni corto ni perezoso se alejó del lugar con la cajetilla en lo más hondo del bolsillo derecho. Pero ahí no paró la cosa, pues "Charapa" nos dijo que no era la primera vez que había encontrado dinero en su vida... Él, vivía en la selva en una región sumamente convulsionada por el narco-terrorismo y era "común", como ver la tele, ver cadáveres entre los espesos matorrales o flotando en el río. Cerca de su chacra, donde para variar cultivaba hojas de coca para abastecer el gran mercado estupefaciente, acompañado de su padre, divisó un bulto que llamó su atención. Sintió temor y llamó a su padre que no conoce la palabra ni el sentimiento de miedo, y que éste se acercó hacia aquel lugar dejando atrás al pequeño. Lo que "Charapa" pudo espectar con sus temerosos ojos de niño, después de vencer el temblor que doblegaban sus rodillas, fue el cuerpo de una persona cuya cabeza había sido seccionada totalmente del cuerpo cubierto ahora de barro. Se le heló la sangre sólo al contemplarlo con el rabillo del ojo pues no se atrevía a mirarlo directamente, pero su padre, con la más pasmosa tranquilidad, se acercó al cadaver atraído por la hermosa correa que el cuerpo llevaba sujeto a la cintura. Sintió un bulto en uno de los bolsillos y volteó todo el contenido. Hecho un amasijo húmedo encontró 5,000 dólares. Si el dinero llega fácil, fácil se va... No les duró mucho pues los despilfarraron en banalidades. A "Charapa" le llamaba la atención la frialdad con la que actuaba su padre, nos contó la vez que hallaron flotando sobre el río el cuerpo de un sujeto gordo, muy gordo. Su padre, de "Charapa", con mucho esfuerzo lo sacó a la orilla y realizó la operación de rutina. En sus bolsillos sólo halló 20 dólares pero su mirada no pudo despegarse del brillo que de la boca del sujeto manaba. Tenía tres dientes de oro. Una mirada malévola se dibujo en los ojos de su padre quien cogiendo una pesada piedra del río la descargó con gran violencia sobre la boca del sujeto...

Nuestra conversa quedó trunca allí pues nos dieron las cuatro de la tarde y aún nos quedaba una hora más de trabajo...



sábado, agosto 19, 2006

"Un goleador con mucha suerte"

En el almacén, el trabajo involucra tanto desgaste físico como mental. Sin embargo es el primero el que se siente con mayor fuerza y el otro viene por añadidura... Nunca me he caracterizado con ser un tipo con grandes aptitudes físicas: Mido sólo 1.68 y mi peso, con ropa y zapatos, roza apenas los 60 kilos. "El Loco" Espinoza, con una sonrisa de oreja a oreja, me llama "Lagartija". Imagínense lo que sufro cuando me mandan como apoyo al sótano y en donde tengo que levantar televisores de 29 pulgadas, bueno, es un decir que tengo que "levantar algo" pues para suerte mía tengo amigos que hacen esa labor, los veo sudar la gota gorda, y a mi me dejan las tareas "más fáciles" como revisar que el aparato de televisión esté completo, es decir, que tenga dentro de la caja el control remoto y la antena como la del Chapulín. Obvio que todos me molestan cuando me ven con un scanner, bromeando, con que me puedo "herniar" por sostener entre mis manos o colgado en mi pecho un aparato que apenas llega al kilo o menos, bueno es una tarea en apariencia sencilla pero con mucha responsabilidad. Esta mañana, en mi zona, tuve que levantar una caja conteniendo ollas que pesaba mucho teniendo como fondo las fuertes risotadas de Bric viéndome en apuros. Pues entre otras tareas tengo que "alimentar" al personal con la mercadería que tienen que chequear. Recibimos muchos proveedores al día y obvio que mucha mercadería, sin embargo está viene a veces incompleta por lo que el chequeo, dependiendo del proveedor, resulta obligatorio en un 100% en el caso de proveedores con problemas de faltantes. A otros proveedores sólo se se le chequea la mercadería al 50% por ciento y son pocos los que se le revisa al 10%. Generalmente esa mercadería a revisar tiene que se localizada en un lugar intermedio antes de ser enviada a la sucursal o tienda respectiva. Yo me encargo localizarla y luego repartirla entre la gente encargada del chequeo. Muchos de ellos creen que mi labor es sencilla. Me he vuelto rápido en el uso del scanner y nunca falta mercadería a revisar en la estación de trabajo. Una vez que la mercadería ha sido chequeada yo me encargado de "disponerla" (mediante el uso del scanner) y enviarla a la puerta donde los camiones la llevan a la sucursal respectiva. Llevar la mercadería a la sucursal respectiva es técnicamente una tarea fácil pero la cantidad de mercadería que se mueve y siendo yo, algunas veces, el único que la lleva a la sucursal respectiva tengo que hacer muchs viajes, apoyado de un "pato" mecánico trasladando la mercadería. Me sentiría feliz si usara unas cómodas zapatillas pero tengo que hacerlo enfudando en un jean de mezclilla y unas pesadas botas con punta de metal. A pesar del frío, sudó mucho por el trabajo y al final del día terminó con los pies ardiendo.

Ayer, Viernes, llegó mucha mercadería para otras zonas y tuvimos que trasladarla con los "patos" (herramienta mecánica para levantar mucho peso). Me dieron una faja que, junto con el uniforme, me sirve en muy poco pues prácticamente no me ajusta, soy muy delgado. Salimos a las 6 de la tarde con la lengua afuera.

Esta mañana el trabajo estuvo suave, relativamente suave. El jefe nos dejó salir a las 12:30 del mediodía con el fin relajarnos jugando fulbito en una canchita cerca del almacén. Los partidos resultaron comiquísimo pero yo fui el centro de las principales burlas pues me salían unos goles increíbles y perdía goles prácticamente en la raya como aquella jugada en que mi jefe me cedió un balón en la puerta del arco que no pude dominar y que al final se me escapó por la línea de fondo y lejos del arco. No sé qué me pasó parecía más fácil hacerlo que errarlo y yo hice la más difícil.Para ser mi primera vez que juego con este grupo no lo hice nada mal pues en tres encuentro hice 8 goles. No soy un gran jugador pero aparezco el momento menos esperado pateando el balón a cualquier parte, o recogiendo un rebote, pero que por obra de un milagro termina dentro del arco rival. Ganamos dos de tres y no está mal. Al final, Bric y yo nos retiramos y los déjamos discutiendo sobre la "casa" del próximo encuentro a jugarse.


martes, agosto 15, 2006

¿Bad Day?

Ayer fue uno de esos días desastre, uno de esos días en los que todo te sale remal... Primero, no quería levantarme de la cama pero como el sentido de responsabilidad inmerso en mí es tan pesado como un reloj despertador que repiquetea inmisericordemente al borde de la oreja no tuve más remedio que ver mis pies descalzos apostados sobre el frío piso de cemento pulido para que la conciencia no me comiera a remordimientos. Jamás, que recuerde he faltado al trabajo como tampoco he llegado tarde. Mamá siempre me decía que llegara a una cita diez minutos antes para evitar en el corre-corre contra el tiempo.

Apenas llegué al almacén mi encargado me mandó a traer insumos para todas las zonas: Cintas adhesivas, ribbons, triples, magules, ganchos poleras, ganchos de perro, cintas de impresora, lapiceros, etc... La tarea más aburrida de todas y que me tomo dos horas. Después volví a mi zona y cometí gruesos errores en la metodología de trabajo que el encargado me llamó la atención, no muy gracilmente, en un par de ocasiones. La verdad es que mi pensamiento estaba fuera del almacén. Parecía que el hastío había hecho presa fácil de mi ánimo. La rutina me estaba matando. Mientras me cambiaba en los vestidores sentí alivio de que este día de miércoles, aunque era lunes, hubiese terminado ya.

Hoy me levanté con otro ánimo y eso que no pude dormir bien pues mi pequeña sobrinita, de quien estoy a cargo, no me dejó dormir ya que se empeñó en que le pusiese en el DVD dibujos animados. Le puse "El Mago de Oz", "Bambi II" y lo último que recuerdo es que estaba viendo "Manuelita" la insufrible tortuguita con dejo argentino... A pesar que también empecé el día trayendo insumos ahora todo me resultó más fácil que el día anterior y lo mejor de todo es que evité que otras cometieran cometiesen gruesos errores que hubiesen puesto al encargado hecho un pichín. Y lo mejor de todo es que fui seleccionado para salir temprano hoy y me cayó a pelo pues es el cumpleaños de mi padre y de mi hermana. La celebración está en su apogeo y yo aprovecho, alejado un instante del ruido, para escribir unas cuantas líneas...


domingo, agosto 13, 2006

"Avenida Indiferencia"

El día que dejen de impresionarme las cosas que suceden alrededor mío habré perdido sensibilidad y la indiferencia se habrá enquistado en mi espíritu permanentemente... Cada mañana soy testigo, in situ, de la miseria humana a través de ejemplos tan deplorables que tendría que ser un caradura para no sentirme afectado. Me duele observar cada día, a través del cristal de un bus, como un niño de escasos diez años, descalzo, con una vestimenta hecha harapos se esmera en colocar, utilizando una varilla de metal, un pedazo de plástico en el teléfono público ubicado frente al Cine Star Sur de la avenida Los Héroes en San Juan de Miraflores. Son las 7:10 de la mañana, ya las calles se encuentran atestadas de personas que se dirigen, apresuradas, a sus centros de trabajo y el niño lejos de sentirse intimidado por la presencia de mucha gente en torno suyo se encuentra tranquilo y muy concentrado en su labor. Parece, el niño, estar en una realidad distinta al resto, invisible a los ojos de los demás... A pocos metros de él dos personas sentadas en el alféizar de los grandes ventanales conversan sin prestar atención al niño en el teléfono público...

El vehículo se detiene al principio de la Av. San Juan con el fin de esperar que el vehículo se llene. Algunos pasajeros demuestran su inconformidad y protestan por la demora. El chofer hace oídos sordos al pedido de los pasajeros. El cobrador gesticula y pregona lugares tratando personas hacia el vehículo. Varios sujetos de aspecto descuidado, oscurecidos por la bebida, la falta de higiene, en fin, la mala vida se "ofrecen" como "jaladores" ante la molestia del cobrador que sabe muy bien que se verá obligado a repartir unos cuanto céntimos a cada uno de éstos sujetos para no terminar con un vidrio de la unidad quebrado. Uno de éstos sujetos, tambaleante por la ingesta de sustancias nada santas y de bebidas que ni un químico podría desentrañar se ha asomado con una sonrisa descarada al estribo del vehículo. Observa a los pasajeros, una señora coge muy fuerte su bolso y un chico con la gorra puesta trata de no prestar atención al tipo que sonríe estupidamente pero pronto su actitud cambia pues es despojado de su gorra por aquel tipo que baja torpemente y con una piedra en la mano en señal amenazante. El chofer ni se inmuta ni mueve el vehículo, el cobrador se hace de la vista gorda y el chico sin su gorra permanece resignado en su asiento. Algunas personas muestran incomodidad por el hecho otros ni se dan por aludidos y el tipo con la gorra en la mano sonríe con su botín y hace alarde de él con la otra persona que ya ha recibido del cobrador un par de céntimos.

Cosas así ocurren a diario en la avenida San Juan. Las pequeñas unidades de transporte que se detienen un instante frente al mercado cooperativo y gavillas de delincuentes, a las seis y media de la tarde, abren las ventanas y arranchan las carteras a alguna distraída pasajera. Señoras que bajan del vehículo tratando de dar alcance a un escurridizo delincuente que ya se hizo humo en medio de un mar humano y vehicular, en medio de un mar de indiferencia total...


sábado, agosto 12, 2006

Insensatez y necedad

Esta semana fui testigo de dos hechos de los más absurdos y que sólo refuerzan mi pensamiento que la necedad ocupa un lugar determinante dentro de la naturaleza humana. "No es necio el que hace la necedad, sino el que, hecha, no la sabe encubrir" (Baltasar Gracián).

Jhon es un chico lenguaráz cuyas palabras llegan con suma facilidad a la grosería y a la ofensa. En más de una ocasión le sugerimos que cuidara sus léxico y sus modos pero lejos de oir consejos mandaba a quien tuviera al frente al lugar de donde todos venimos... Imposible hacerlo recapacitar. Obvio que con su carácter se había granjeado una antipatía natural que a él poco o nada le importaba. Decía, en voz muy alta y aguda, las cosas que pensaba sin eufemismos ni delicadezas pero impregnadas de una hedionda mala leche y eso fue lo que le costó caro esta vez. Estando en el sótano acomodando línea blanca y para ello había sido necesario dejar muy poco espacio en los pasillos vio de llegar, de repente y de paso, a una chica de seguridad de formas voluptuosas y que a más de uno, en el almacén, le ha provocado malos pensamientos (o buenos, según sea el cristal con el que se mire). Jhon con una mirada desafiante la ve llegar y mirando a su compañero de trabajo le dice muy suelto de huesos y con la aptitud de un consumado catador: "¡Te ha apuesto que ella no pasa por aquí...!". La morena de amplias formas oyó clarito tamaña majadería y abriendo sus ojos, como dos huevos fritos, se acercó al malcriado y le pregunta su nombre. Jhon como siempre y apelando a su escaso criterio le contesta que: "por qué te voy a dar mi nombre...". Ella llama refuerzos y hace hincapié que le han faltado el respeto, llegan, más rápido que volando, otros agentes de seguridad que logran sacarle el nombre y apellido completos a un intimidado, confundido e irreconocible Jhon. A los dos días fue cesado sin pena ni gloria.

Renzo es un chico relajado en todo el sentido de la palabra. Muy pocas veces se le vio haciendo esfuerzo físico en el almacén en donde el derroche de energía constituye una constante. Prefería sentarse en una computadora, aburrirse soberanamente, y digitar el número de las guías y otros. Lo encontrábamos en el comedor y siempre nos traía las ultimitas. El ser el digitador oficial del área le había permitido codearse con los encargados de varios zonas y de algunos miembros de la gerencia. Él feliz de la vida. Nos topábamos a diario con él en el comedor. Al finalizar la comida su atención recaía en los cubiertos del comedor. Una vez se olvidó su cuchara y fue a prestarse una del comedor que le fue dada sin chistar ni hacer preguntas. Me explico para que tengan una idea clara de como son las cosas en el comedor. Hay quienes traen su comida en táperes y obvio que con los cubiertos de casa. Otros, que no tienen tiempo para cocinar o alguien que no se desviva por ellos engriéndolos con alguna suculenta merienda prefieren ir al comedor y sacar a su cuenta el menú del día. En una mesa pueden estar comiendo quienes han traído sus táperes y quienes han comprado su menú... Bueno, y Renzo muy atento a los cubiertos. Primero no trajo para usar uno ajeno dejado en alguna charola vacía o jugando como quien no quiere la cosa a intercambiar un cubierto traído de su casa por uno del comedor... ¡Revisión General! El martes la revisión fue exhaustiva, alguien se había estado robando los cubiertos del comedor y ahora nadie se salvaba de la "requisa". Todo aquel que llevara entre sus cosas algo de la empresa era llevado a la oficina del seguridad en jefe. Yo me estaba llevando sin querer un plumón que empleo en mi trabajo y el vigilante, muy genti, me sugirió que lo guardara en mi casillero, cosa que así hice. Pero Renzo no tuvo esas facilidades pues entre sus cosas se le encontró un tenedor con la marca del comedor. Quiso defenderse aduciendo que se había equivocado al coger su cuchara pero los vigilantes poco o nada le creyeron y llamaron al encargado en jefe. Al final, Renzo, cayó en contradicciones y se hizo responsable, con o si ella, de la sustracción sistemática de 80 cubiertos, entre cucharas y tenedores.

Todo ésto me parece absurdo que como jugando, dos personas "adultas", pierdan sus empleos, poco después que los había asegurado, y queden marcados con los estigmas de la insensatez y de la necedad.


lunes, agosto 07, 2006

"Una clase de Historia"

Cada vez que el profesor de Historia del Perú llevaba una de sus delgadas, huesudas y casi transparentes manos a la altura del pecho sabíamos que era para sacar unos pliegos amarillentos que contenían las preguntas para la siguiente clase, parecían tan antiguos que lucían como los del acta de la independencia, supuse que los venía utilizando por mucho tiempo y a través de varias generaciones de estudiantes que me había precedido bajo estas mismas paredes y estas mismas carpetas. Asimismo, asignaba los temas de exposición con los que solíamos abrir las clases de Historia de los lunes después de la formación de rigor.

Los lunes era días muy pesados. Disfrutaba intensamente de los eternos encuentros de fulbito de los domingos con los chicos del barrio y lo último que deseaba era que llegara el lunes. Los buses iban repletos y para llegar a tiempo salía a las seis y cuarenta de la mañana de casa. Tomaba el "Venegas" que volteaba, viniendo de Surco, por el puente Atocongo para de allí dirigirse hacia Miraflores. Bajaba a la altura del puente Ricardo Palma para ver mi antiguo colegio primario y de allí me dirigía hacia el parque central de Miraflores, pasaba por la iglesia y cruzaba entero el parque Kennedy hasta llegar a la calle Bellavista donde estaba ubicado mi colegio.

Apenas abrían la pequeña puerta ubicada en el corazón del gran portón negro todos se agolpaban para entrar. El auxiliar levantaba amenazante una gruesa regla de madera pero prontamente era rebasado por el variopinto tropel humano. En el patio, lleno de desniveles, se formaban grupitos y se levantaban voces sin ton ni son. El intenso murmullo de voces y fuertes risotadas juveniles sólo era acallado por el timbre de formación. Se formaban las filas. El auxiliar pedía distancia para que las filas se mostrasen más ordenadas. Los profesores ya estaban ubicados al frente de la formación y el director, esperando que se hiciese el silencio, nos pedía que llevásemos nuestro mano derecha al pecho para entonar el himno patrio que terminaba con un fuerte y estruendoso !Viva el Perú! y sonoros aplausos que espantaban a las palomas que se había posado en algún techo aledaño.

El Director improvisaba un discurso que fácilmente podía durar media hora. Tenía, éste, un aspecto menudo, el cabello blanco, la nariz respingada y unos ojos saltones que nos recordaba a un duende. Sus ademanes eran finos y perfectamente estudiados, debía haber estudiado oratoria. Terminado el discurso pasábamos de manera ordenada a nuestras aulas. Antes que llegara el profesor todos repasaban mentalmente el tema a exponer. El método memorístico era muy utilizado entonces y la gran mayoría daba la lección de paporreta y sin entender a ciencia cierta la mitad de lo expuesto, suficiente perder una palabra para perder la hilación total de la exposición. Y fue así cómo a mí ocurrió. Yo hacía alarde de una memoria prodigiosa, podía recordar nombres, fechas y podía recitar, con la debida entonación y darle sentido a mis expresiones, por un muy buen tiempo la lección pero en aquel entonces los cambios de niño a púber me jugaron una mala pasada. Antes podía concentrarme en los estudios pero con los cambios a esta nueva etapa aparecieron también nuevas distracciones. No preparé bien mi tema a exponer. Recité la primera parte de paporreta pero al llegar a la mitad una nube blanca cruzó por mi mente. Olvidé la lección por completo, me quedé helado al frente de la clase sin reaccionar ni hacer el menor movimiento. Todos mis compañeros me miraban sorprendidos, era la primera que me ocurría algo así aunque era un hecho muy común que le ocurriese lo mismo a otros compañeros. "Mamapancha", como lo llamábamos al profesor de Historia, se solazaba de mi desgracia y de entre sus carrizos surgía una burlona sonrisa. Y con una voz nasal y cachosa dijo: "Qué pasó, se acabó la pita... ¡Asiento!". Me ardían las mejillas, las orejas y todo yo, me sentía una tea humana. Totalmente azorado y en medio de una vorágine mental me dirigí hacia mi asiento y me dejé caer en él. Mi compañero de carpeta, no dijo nada, sólo me veía con unos ojos llenos de sorpresa y con cierto temor porque él era el próximo en dar la lección.


domingo, agosto 06, 2006

"¡Bienvenida a casa!"

Esta madrugada, aprox las 4 y media, llegó mi madre de sus vacaciones en el interior del país. Como cada mitad de año ella coge sus chivas y viaja a Huallanca, tierra de sus padres. Ella no conoció a su verdadero padre. La abuela Cristina, siendo madre soltera viajó a Lima y conoció al abuelo Valentín y se casó con él. Mi madre quedó a cargo de sus abuelos en la ciudad de Huallanca (Ancash). Durante cinco años, sus primeros cinco años, los pasó en un pueblito típico de la sierra peruana, feliz de la vida en medio del campo, tomando leche recién ordeñada de una vaca o saboreando un enorme trozo de queso sumergido en un tazón de café. Con su tía Demetria, que era sólo tres años mayor que ella, jugaban hasta cansarse. Sus mejores recuerdos se encuentran en Huallanca, a pesar del poco tiempo que permaneció allí. A los pocos años emigraron a Lima. El bisabuelo Teófilo tuvo que dejar su negocio de venta de aguardiente y hoja de coca, tal como lo cita el tío Mauro en su libro: "Yarupajá, los días de Melchor Albornóz y Luis Pardo (http://mauroaquinoalbornoz.blogspot.com/), para venirse con la abuela y todos sus hijos a la ciudad capital. Los hijos mayores: Alfonso, Miguel y Mauro ya se han encontraban en la capital cursando estudios superiores en San Marcos y en Bellas Artes. La tía Deme era la menor de sus hijas, en total los abuelos tuvieron doce hijos pero los que sobrevivieron al descuido y al olvido de los sucesivos gobiernos fueron además de los ya mencionados las tías Celestina, Antonia, Justina y la abuela Cristina, madre de mi madre... De la abuela Cristina tengo muy buenos recuerdos. Era muy dulce y amorosa con sus hijos: Víctor, Juana, Lilian, Kathy, Lupe. No puedo decir los mismo del abuelo Valentín que era una persona celosa, posesiva y con la misma fidelidad que la de un perro (disculpen la expresión) que se opuso a que mi madre viviera al lado de sus hermanos (o medio hermanos). Mamá vivió hasta la mayoría de edad con sus abuelos a los que quiere tanto como si fuesen sus verdaderos padres. Mamá visitaba a sus hermanas y tenía una muy buena relación con la abuela Cristina, su madre. Yo visitaba a la abuela pero la veía muy envejecida a pesar de que apenas había cruzado la barrera de los 60 años. Parecía de 80. Su papel cano, su sonrisa amable, su voz ronquita llamándome "Javicho" mientras acariciaba mi cabeza y yo saboreaba de un helado que ella me compró en un mercado cerca de su casa de Chorrillos.

Una tarde llamaron a la casa diciendo que la abuela estaba en el hospital en estado de coma. Mi madre nerviosa y presurosa fue a verla. Papá trató de calmarla pero mi madre no le hizo caso y en medio de su crisis fue a verla. Yo en aquel entonces tenía doce años y no conocía a cabalidad de la catadura moral del abuelo Valentín. Años después mi madre me comentó que lo que mató a la abuela no fue la diabetes que padecía sino un colerón que le dio el abuelo. Me dijo que no lo odiaba pero que tampoco sentía afecto alguno por él. No se puede querer a alguien que no se conoce... Cuando la bisabuela Demetria, la abuela de mi madre, falleció mi madre sintió la pérdida muy hondamente, recuerdo claramente la foto en blanco y negro donde aparece mamá, con los ojos hinchados por el llanto, con su barriguita de meses a un lado del féretro. La criatura que mi mamá esperaba era mi hermana mayor, fruto de una relación con una persona que no se quiso hacer responsable de la criatura. La preocupación mayor de la bisabuela Demetria era que la historia tuviese ribetes similares con los de su madre, Cristina. Afortunadamente, mi madre conoció a mi padre y formaron una gran familia, en número y en afecto. Mila, que así se llama mi hermana mayor, es mi hermana, valga la redundancia, en todo el sentido y extensión de la palabra.

Mi madre desde hace varios años viaja a la tierra de sus abuelos y rememora los mejores momentos de su vida vividos allí. Desde el año pasado viaja acompañada de su nieta, Michelle, que disfruta a plenitud de las dos semanas que permanecen en Huallanca. Van a ver a los toros en el coso y a los baños termales. Hace muchos en este pueblo se vivió una bonanza por las ricas minas pero poco a poco las entrañas de la tierra quedaron secas por el excesivo afán de los hombres. De aquella época sólo quedan recuerdos. La pobreza es grande, pero no refiero a una pobreza económica sólamente sino a aquella que es peor y que la constituye la ignorancia. Michelle, mi sobrina aprendió a montar caballo, sin cabalgadura, en un par de clases. Mi madre de nerviosa contemplaba a una de sus nietas menores cabalgando a campo traviesa en enorme y escuálido jamelgo.

Esta madrugada el teléfono empezó a repicar desde las cuatro de la mañana, por fin el celular de mi madre funcionaba y empezo por llamar a casa y después al celular de mi padre que se despertó pensando que era la alarma de su celular. Es curioso que en Huallanca, a pesar de que lo avanzadas de las telecomunicaciones, no funcionen los celulares. Las únicas personas con celular en Huallanca era mi madre y mi primo Pablo que sin el celular no puede vivir y la pasó requintando la semana que permaneció allí mientras efectuaba llamadas desde una incómoda cabina pública.

Trajo queso y harta carne y ese pan que parece hecho por las manos de un artítrico... Como siempre mi madre, asumiendo su papel de mamá Gallina a las pocas hora de llegar ya está metida en la cocina preparando la comida para nosotros, sus hijos. Más tarde tiene una cita con mi padre, un encuentro de bienvenida en algún punto de la gran Lima. A pesar de que llevan más de cuatro décadas juntos parecen dos tortolitos que recién se acabaran de conocer y que viven su idilio con gran intensidad.

sábado, agosto 05, 2006

"En mantenimiento..."

Esta tarde Bric me llamó la atención. Bric es uno de mis mejores amigos en el almacén y creo que con la suficiente confianza y pleno conocimiento de mi persona como para darme una buena zurra a ese nivel. Se nos encomendó a un grupo de nueve personas apoyar a una céntrica tienda en su sección bodega. El espacio para trabajar era reducido y muy incómodo si consideramos que sumados a otros grupos de apoyo, éramos alrededor de 40, teníamos que separar mercadería, ropa principalmente, y colocarle piochas. Piochas son aquellos objetos plásticos que se colocan en una prenda para que la gente que asiste a un centro comercial, y me refiero directamente a aquellas que tienen malos hábitos (tenderos), no se las lleven sin pagar. Teníamos que hacer malabares para colocar la nueva mercadería que llegaba y la que ingresaba a tienda, previo proceso. Chocarse, estorbarse era una constante. Un ingrediente extra era el viento helado que se colaba por las rejas, ahh..., me faltó añadir que nos encontrábamos laborando prácticamente en la intemperie. Algunos chicos nuevos algo quejosos rompían el espíritu del grupo con lamentos nada acordes con un regular. Un trabajador regular tiene que motivar al grupo a pesar de las adversidades. Bellido, por ejemplo, es un chico de escasos veinte años pero con una energía y espiritú motivador envidiable, comparte todo, si me faltaban piochas inmediatamente las traía y las compartía con el grupo. Otros en cambio actuaban de manera egoísta y casi infantil.

Un espectáculo aparte constituyeron las preciosas chicas que aquí laboran. Mientras esperábamos registrar nuestro vimos desfilar unas chicas tan hermosas que las veíamos cuando venía y cuando se iban derramando lisura (encanto) a su paso. Renzo, un chico que trabajó en este centro comercial como reponedor nos comentó que eso no es nada, que el temporada veraniega las chicas vienen con unas falditas que no cubren mucho de sus hermosas anatomías y que el terminó medio enfermo con tanto extásis lujurioso.

Este mediodía nos llamaron del almacén para retornar a sus instalaciones, la mayoría prefirió dar un paseo previo por el centro comercial o ir a sus casas para cambiarse y dejar sus celulares, pues en el almacén se prohibe el ingreso de éstos aparatos, antes de dirigirse al almacén.

Trabajamos una hora y media y después salimos a casa. Bric habló con el jefe para ver el tema de los vales por los tres días de comisión. Al salir fuimos caminando hasta la avenida principal. El camino es largo y hay mucho tiempo para conversar. Sin embargo, esta no iba a ser una conversación ordinaria pues de buenas a primeras, Bric, me dijo a boca de jarro que yo sabía mucho del trabajo, e incluso más que el resto pero que no tenía manejo ni autoridad. Me dijo que no sólo bastaba hacerme conocido por mi trabajo sino también relacionándome con los encargados y jefes de zona. Que muchos había escalado posiciones no sólamente por saber el manejo de un área sino por saber conducirse dentro de las normas sociales con mucha soltura. Me dijo que yo parecía acartonado y que mantenía un perfil demasiado bajo y el que aprovechaban otras personas para "maletearme" y subir sus bonos a costillas mías. Me habló de la hipocresía de algunos compañeros que buscan figurar y hacerse conocidos del jefe lanzando barro con ventilador y que esperaban el más mínimo descuido mío para inicidir mucho en aquel "talón de Aquiles". Lo único que me diferencia de ellos, me dijo, es que tu tienes algo de cultura mientras que los otros carecen de ella y la reemplazan con criolladas que hace que los jefes los tengan más en mente cuando se traté de seleccionar un equipo de trabajo a mediano y largo plazo. Me dijo, entre tantas cosas, que tenía cosas que arreglar en mi interior y a ser un tanto hipócrita, como muchos, con el fin de escalar posiciones. "Tú eres rápido, sin embargo actúas con tanta parsimonia que luces lento...".

Voy a tener que pensar este fin de semana sobre todo lo que me dijo Bric y a corregir ciertos fallos que yo reconozco como tales pero que me cuestan corregir. Soy muy tímido por naturaleza, aunque últimamente he aprendido a manejar mi tranquilidad. Mientras otros se ponen nerviosos yo trato de no perder concentración aunque eso vaya a desmedro mío pues según Briceño para que no atuara "pilas". Bueno, no voy a tratar sino que por mi desarrollo emocional y personal, voy a tratar de hacer unos cambios a nivel personal y laboral, a buscar mi desarrollo emocional y personal que me permita tener absoluta confianza, si cabe la frase y el sentido que ésta encierra, en mí mismo...