El Sábado quería pasarlo tranqui pero recibí el llamado de una amiga del trabajo informándome de una pequeña reúna y pregúntadome sobre la posibilidad de asistir a ella. Estaba por las calles de San Juan a punto de llamar a una muy apreciada amiga pero la llamada recibida me cortó la intención en primera y en definitiva instancia, no hay duda de que a mi fuerza de voluntad le hacen falta vitaminas... Punto de concentración: la Ruta B, lugar: una pollería que hace las veces de cantina, centro de reunión cada fin de semana o cualquier otro día mientras motivo exista para brindar con unas rubias heladas y no me refiero a "Las Positivas", unas chicas muy populares e infaltables a este point o a cualquier otro... Algunas veces aluciné estar sumergido, semi-ahogado, extasiado en un mar del color de ojos de Clara o apoyando mi cabeza sobre el hombro de la dulce, aunque contradictoria, Nidia... Recuerdo que en mi cumple me hiceron beber vasos llenos de cerveza, que la verdad pensé y con fundado temor que, pues no bebo, iba a acabar hundido en aserrín y humedecido por obra y gracia de algún canino despistado. Tuve que lavar mi rostro docenas de veces para no perder tanto el equilibrio como el juicio y evitarme un papelón de padre y señor mío. Además bailé, o por lo menos lo intenté, con estas simpáticas chiquillas a ritmo de perreo, una experiencia única que espero no repetir, aunque debo agradecer a Clarita la paciencia por las clases de baile sobre la marcha. ¡Vaya que me hizo sudar la gota gorda la gringa! y no porque fuera una danza frenética sino una muy sensual y como yo no soy de palo (¿o si?) estuve a punto de caer bajo la seducción de mi viváz imaginación. La cosa no pasó a mayores pero trascendió el terreno de lo real y se habló de que hubo un casi-beso que la verdad no recuerdo (no creo haber bebido tanto...) y otras cosas peores (que menos recuerdo...).
Sin digresiones y volviendo a la llamada recibida, acudí a la B en un taxi y sólo pude ver a Pierre y a Mery en el paradero. Pregunté por los demás y me dijeron que eran los únicos y que lo hablado por teléfono de que había más gente esperando era ñangué... Estuvimos esperando a que cayeran más incautos, je je je y al final formamos un grupo de cinco como los dedos de la mano. Una pequeña comida para llenar la vacía barriga y luego unas chelas al polo. Sin embargo, las chicas no bebían y ya se querían ir pues no había pedido permiso en casa. La reunión acabó más rápido de lo que empezó, creo que la espera fue más larga. Acompañé a Mery al paradero y luego a Gianna a tomar su moto. Cuando estábamos en el paradero con Walt, luego de que Mery abordara su vehículo descendieron de una moto dos chicas conocidas y nos acercamos a confraternizar. Una de ella era una gordita muy simpática y la otra... Parecía que estaba en trance. Estaba muy bebida la chica, casi inconsciente. Apenas lograba mantenerse en pie con la ayuda de su amiga. Me dijeron que se iban a para Villa María y esperaban que pasara por allí la 23, pero por la hora era imposible que ese ocurriese asi es como caballero tuve que invitarlas a compartir el taxi que me llevaría a casa.
Detuve un taxi y por un módico precio se comprometió a pasar por el Hospital María Auxiliadora, paradero de paso de las chicas con dirección a Villa María. La chica parecía descompuesta, una cabeza de pollo total. Lo gracioso o lo tragicómico es que se puso a arrojar en el taxi y el chofer a punto de enfadarse. Su amiga que coge el taper de la comida y se lo pone al frente, ¡qué asco! jamás comeré en un taper sin olvidar aquel bochornoso espectáculo. Logré mantener en raya al taxista. La pobre chica se había manchado todo el polar y su amiga inisitía en que se lo volteara para ocultar el desastre. El olor a yogur pasado era obvio y el ambiente se hacía más denso e irrespirable. Sólo faltaba que le diera cachetadas a la borrachita para que reaccionara. Yo me mostraba sereno y le hacía el habla al chofer para distraerlo de lo hecho en el asiento posterior. Las chicas se bajaron en el Hospital y le recomendé que la acompañara a su casa pues no estaba en condiciones de ir a ninguna parte. El taxi enrumbó hacia el Metro de San Juan, bajé allí y decidí caminar a casa. La noche estaba caliente y caminando, como para estirar las piernas, llegué a casa... Sólo espero que las chicas hayan llegado sin ningún contratiempo a sus casas.
Sin digresiones y volviendo a la llamada recibida, acudí a la B en un taxi y sólo pude ver a Pierre y a Mery en el paradero. Pregunté por los demás y me dijeron que eran los únicos y que lo hablado por teléfono de que había más gente esperando era ñangué... Estuvimos esperando a que cayeran más incautos, je je je y al final formamos un grupo de cinco como los dedos de la mano. Una pequeña comida para llenar la vacía barriga y luego unas chelas al polo. Sin embargo, las chicas no bebían y ya se querían ir pues no había pedido permiso en casa. La reunión acabó más rápido de lo que empezó, creo que la espera fue más larga. Acompañé a Mery al paradero y luego a Gianna a tomar su moto. Cuando estábamos en el paradero con Walt, luego de que Mery abordara su vehículo descendieron de una moto dos chicas conocidas y nos acercamos a confraternizar. Una de ella era una gordita muy simpática y la otra... Parecía que estaba en trance. Estaba muy bebida la chica, casi inconsciente. Apenas lograba mantenerse en pie con la ayuda de su amiga. Me dijeron que se iban a para Villa María y esperaban que pasara por allí la 23, pero por la hora era imposible que ese ocurriese asi es como caballero tuve que invitarlas a compartir el taxi que me llevaría a casa.
Detuve un taxi y por un módico precio se comprometió a pasar por el Hospital María Auxiliadora, paradero de paso de las chicas con dirección a Villa María. La chica parecía descompuesta, una cabeza de pollo total. Lo gracioso o lo tragicómico es que se puso a arrojar en el taxi y el chofer a punto de enfadarse. Su amiga que coge el taper de la comida y se lo pone al frente, ¡qué asco! jamás comeré en un taper sin olvidar aquel bochornoso espectáculo. Logré mantener en raya al taxista. La pobre chica se había manchado todo el polar y su amiga inisitía en que se lo volteara para ocultar el desastre. El olor a yogur pasado era obvio y el ambiente se hacía más denso e irrespirable. Sólo faltaba que le diera cachetadas a la borrachita para que reaccionara. Yo me mostraba sereno y le hacía el habla al chofer para distraerlo de lo hecho en el asiento posterior. Las chicas se bajaron en el Hospital y le recomendé que la acompañara a su casa pues no estaba en condiciones de ir a ninguna parte. El taxi enrumbó hacia el Metro de San Juan, bajé allí y decidí caminar a casa. La noche estaba caliente y caminando, como para estirar las piernas, llegué a casa... Sólo espero que las chicas hayan llegado sin ningún contratiempo a sus casas.
1 comentario:
hum te felcito por escribir bien. moto ,taxi paradero , supongo que iban a una pollada
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