Son aquellas situaciones que no se pueden manejar, que surgen de manera inesperada, y que contradictoriamente no son accidentes porque hay premeditación de por medio, provocando sinsabores...
6 y 30 de la tarde, salí del trabajo y abordé un bus con destino a casa. Habían varios asientos disponibles y escogí uno al lado del pasillo a mitad del bus. A mi lado, junto a la ventanilla, se encontraba una señores joven con su hijo de pocos meses en brazos. La señora era morena, cabello corto y ensortijado, facciones duras e inexpugnables, pero que cambiaban cada vez que veía a su bebé. El bebé, calculé, tenía cuatro o cinco meses y poseía el mismo color que su madre y los cabellos rizados. No habíamos avanzado más de tres cuadras, lentamente, sacudiéndonos a causa de los baches del asfalto, cuando de pronto un grupo de muchachos se acercó hostilmente al vehículo en marcha. Uno de ellos, delgado y con ojos vivaces, llegó casi a la ventana abierta blandiendo en su mano un globo lleno de agua. Con acertado cálculo lanzó el globo con gran brusquedad. Éste, atravesó sin obstáculos la ventanilla abierta con dirección hacia la señora y su bebé. Como si se tratase de una película en que la acción transcurre en slow motion, vi al globo aproximarse... Sólo atiné a poner mi cuerpo y cerrar los ojos. El impacto fue violento. El globo estalló en mi hombro mojándome enteramente y salpicando al bebé que estalló en llanto.
La indignación, sorpresa, eran obvias. Algunos pasajeros pidieron al chofer que detuviera el bus. Se bajaron dos señores en busca del muchacho que arrojó el globo, más no lo hallaron porque desapareció como alma que lleva el diablo. Hecho una sopa llegué a casa y no me dio vergûenza. Respiraba una tranquilidad de haber hecho lo que tenía que hacer…
Dos de la tarde… Kev, mi sobrino de 14 años, espera el bus en el paradero a dos cuadras de su casa. Escucha música en el MP4 que Allen le prestó. Una mototaxi pasa frente a él a baja velocidad. Avanza unos poco metros y retorna. Se detiene frente a Kev, que no nota nada extraño. Se abre la puerta y descienden dos chicos no mayores que él. Uno de ellos está armado de una objeto cortante. Lo amenanzan. Lo revisan de pies a cabeza. Le arrebatan el Mp4 y el celular que su padre le compró. No entiende lo que pasa, se siente en medio de un huracán, zarandeado, violentado…
(Continuará…)
6 y 30 de la tarde, salí del trabajo y abordé un bus con destino a casa. Habían varios asientos disponibles y escogí uno al lado del pasillo a mitad del bus. A mi lado, junto a la ventanilla, se encontraba una señores joven con su hijo de pocos meses en brazos. La señora era morena, cabello corto y ensortijado, facciones duras e inexpugnables, pero que cambiaban cada vez que veía a su bebé. El bebé, calculé, tenía cuatro o cinco meses y poseía el mismo color que su madre y los cabellos rizados. No habíamos avanzado más de tres cuadras, lentamente, sacudiéndonos a causa de los baches del asfalto, cuando de pronto un grupo de muchachos se acercó hostilmente al vehículo en marcha. Uno de ellos, delgado y con ojos vivaces, llegó casi a la ventana abierta blandiendo en su mano un globo lleno de agua. Con acertado cálculo lanzó el globo con gran brusquedad. Éste, atravesó sin obstáculos la ventanilla abierta con dirección hacia la señora y su bebé. Como si se tratase de una película en que la acción transcurre en slow motion, vi al globo aproximarse... Sólo atiné a poner mi cuerpo y cerrar los ojos. El impacto fue violento. El globo estalló en mi hombro mojándome enteramente y salpicando al bebé que estalló en llanto.
La indignación, sorpresa, eran obvias. Algunos pasajeros pidieron al chofer que detuviera el bus. Se bajaron dos señores en busca del muchacho que arrojó el globo, más no lo hallaron porque desapareció como alma que lleva el diablo. Hecho una sopa llegué a casa y no me dio vergûenza. Respiraba una tranquilidad de haber hecho lo que tenía que hacer…
Dos de la tarde… Kev, mi sobrino de 14 años, espera el bus en el paradero a dos cuadras de su casa. Escucha música en el MP4 que Allen le prestó. Una mototaxi pasa frente a él a baja velocidad. Avanza unos poco metros y retorna. Se detiene frente a Kev, que no nota nada extraño. Se abre la puerta y descienden dos chicos no mayores que él. Uno de ellos está armado de una objeto cortante. Lo amenanzan. Lo revisan de pies a cabeza. Le arrebatan el Mp4 y el celular que su padre le compró. No entiende lo que pasa, se siente en medio de un huracán, zarandeado, violentado…
(Continuará…)
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