El nuevo uniforme de trabajo incluía un polo negro como presagio de un día nefasto; si algunas veces sentí presión en todo este tiempo que vengo laborando aquí, todo ello no pasó de ser una simple ejercicio para lo que nos tocaría experimentar el día de hoy. Ya Tito nos había puesto al tanto, a través de sus remembranzas a la hora del almuerzo, de aquellos días en los que el trabajo era más que trabajo, casi un castigo... Hoy todo se puso cuesta arriba, hasta yo mismo me desconocí gritándole a Walt por su poco tino a la hora de pedir las cosas, pues el no pide, bueno algunas veces sí, las cosas por favor sino que lanza una crítica destructiva como para elevarte el nivel de la sangre más arriba de la frente y que si no le haces caso no hace que más que continuar mordiéndote en la paciencia como perro tras su presa. Flavio, un chico que vino apoyarlo, con una sonrisa amable y en un tanto tranqui me preguntó por qué había renegado en la mañana, no le dije nada pues no no vivo de rencores...
El miércoles antes de la hora del amuerzo, un poco tarde por cierto, me encontraba haciendo una larga cola para recoger el nuevo uniforme, hice una mala elección con la talla del pantalón pues había pedido una más grande pero como todos cambiaban de talla la hora de dejar el vale no tuve problemas para pedir una talla menos, 48, e intercambiarla por la 46 que Robert había pedido y que le quedaba muy estrecho. Pasamos al comedor a golpe de tres con treinta y en menos de media hora ya estaba de vuelta en el trabajo aunque apoyando a otra zona. Creo que jamás me había divertido mientras trabajaba. Antes era muy frío y centrado a la hora de trabajar pero ese día estuvimos jugando lanzando bolsas de basura o cajas vacías como para levantar el ánimo y hacer el trabajo menos oneroso. Aunque una gracia estuvo a punto de costarme caro pues al levantar una caja para tirársela al loquito Irving una de las puntas de las de la tapa impacto certeramente en mi ojo derecho. Estuve en el baño como cinco minutos tratando de calmar con abundante agua la molestia en mi ojo pero no fue suficiente, ese día salimos a las 8 y media con los dos pantalones y los tres polos que formaban el uniforme de trabajo para esta temporada.
Hoy, me vine vestido con el pantalón jean y el polito oscuro mangas cortas. Llegué algo tarde y me costó trabajo encontrar buenas herramientas de trabajo así es que los primero minutos no pude avanzar mucho. Tuve que apelar a mi verbo, que carece de convencimiento a la hora de hablar, para conseguir un pato mecánico, solo allí pude desarrollar una labor casi normal pero como todo camino tiene piedras en este camino enormes rocas que me ocasionaron más de un tropiezo... Llegaban cantindades ingentes de mercadería que en más de una ocasión me encontré saturado y por añadidura tenía que soportar las pataletas de Walt pues me hacía responsable de una caja perdida entre mil que había llevado... La mercadería parecía que nunca se iba acabar ya daban los dos y media de la tarde y no se daban visos de acabar y tuve que darme una escapadita al comedor pues ya sentía mi estómago vació y sus paredes pegadas entre sí. En menos de cinco minutos devoré un enrollado de hot-dog y bebí una gaseosa lo más rápido que pude frente a Durán y a Francia que devoraban un suculento menú... De vuelta a la chamba y toda la vorágine en pleno fragor sin una luz al final de tunel. Veía rostros demacrados y convulsos por hambre y cansancio pero aún así la responsabilidad estaba por encima de todo y pudimos dar por terminado el trabajo a las cinco con treinta, es decir con más de cuatro horas y media de retraso. Al finalizar el día se produjo un hecho que no puedo dejar pasar pues estuve muy cerca para verlo todo: Un encargado responsable de recibir la merca se quejaba a viva por la forma en que habíamos enviado la mercadería que el siempre impavido Parko no tuve a bien mandar a la mierda... La cosa pareció ponerse fea cuando dicho encargado trató de encarar a Parko y éste rehuía a sólo mirarlo pues creo que a los cinco segundo que lanzó merecidamente a la mierda al prepotente encargado había reparado en las consecuencias que esto podía acarrear. Dicho encargado le preguntaba su nombre pero ignorado por Parko y tuvo que intervenir nuestro encargado para poder el agua en su cauce normal.
A la salida Bric, el inefable Irving y yo, sin almorzar, fuimos a cobrar nuestro sueldo de cada fin de mes, cuando salimos de la agencia llegaron Tito y Robert. Enfilamos al Tottus para saborear cualquier cosas que fuese comestible. El Loquito estuvo como siempre conversador y "amenazante". Recorrimos luego el centro comercial, pasamos algunos minutos en la sección de libros, el Loquito me dijo que había leído varios de los títulos que allí habían y cuando pasamos por la exhibición de colchones no tuvo el menor reparo que tirarse de espaldas sobre un suave colchón para sorpresa de algunos presentes. Algo cansados por el agitado días nos dirigimos a nuestras respectivas casa.
El miércoles antes de la hora del amuerzo, un poco tarde por cierto, me encontraba haciendo una larga cola para recoger el nuevo uniforme, hice una mala elección con la talla del pantalón pues había pedido una más grande pero como todos cambiaban de talla la hora de dejar el vale no tuve problemas para pedir una talla menos, 48, e intercambiarla por la 46 que Robert había pedido y que le quedaba muy estrecho. Pasamos al comedor a golpe de tres con treinta y en menos de media hora ya estaba de vuelta en el trabajo aunque apoyando a otra zona. Creo que jamás me había divertido mientras trabajaba. Antes era muy frío y centrado a la hora de trabajar pero ese día estuvimos jugando lanzando bolsas de basura o cajas vacías como para levantar el ánimo y hacer el trabajo menos oneroso. Aunque una gracia estuvo a punto de costarme caro pues al levantar una caja para tirársela al loquito Irving una de las puntas de las de la tapa impacto certeramente en mi ojo derecho. Estuve en el baño como cinco minutos tratando de calmar con abundante agua la molestia en mi ojo pero no fue suficiente, ese día salimos a las 8 y media con los dos pantalones y los tres polos que formaban el uniforme de trabajo para esta temporada.
Hoy, me vine vestido con el pantalón jean y el polito oscuro mangas cortas. Llegué algo tarde y me costó trabajo encontrar buenas herramientas de trabajo así es que los primero minutos no pude avanzar mucho. Tuve que apelar a mi verbo, que carece de convencimiento a la hora de hablar, para conseguir un pato mecánico, solo allí pude desarrollar una labor casi normal pero como todo camino tiene piedras en este camino enormes rocas que me ocasionaron más de un tropiezo... Llegaban cantindades ingentes de mercadería que en más de una ocasión me encontré saturado y por añadidura tenía que soportar las pataletas de Walt pues me hacía responsable de una caja perdida entre mil que había llevado... La mercadería parecía que nunca se iba acabar ya daban los dos y media de la tarde y no se daban visos de acabar y tuve que darme una escapadita al comedor pues ya sentía mi estómago vació y sus paredes pegadas entre sí. En menos de cinco minutos devoré un enrollado de hot-dog y bebí una gaseosa lo más rápido que pude frente a Durán y a Francia que devoraban un suculento menú... De vuelta a la chamba y toda la vorágine en pleno fragor sin una luz al final de tunel. Veía rostros demacrados y convulsos por hambre y cansancio pero aún así la responsabilidad estaba por encima de todo y pudimos dar por terminado el trabajo a las cinco con treinta, es decir con más de cuatro horas y media de retraso. Al finalizar el día se produjo un hecho que no puedo dejar pasar pues estuve muy cerca para verlo todo: Un encargado responsable de recibir la merca se quejaba a viva por la forma en que habíamos enviado la mercadería que el siempre impavido Parko no tuve a bien mandar a la mierda... La cosa pareció ponerse fea cuando dicho encargado trató de encarar a Parko y éste rehuía a sólo mirarlo pues creo que a los cinco segundo que lanzó merecidamente a la mierda al prepotente encargado había reparado en las consecuencias que esto podía acarrear. Dicho encargado le preguntaba su nombre pero ignorado por Parko y tuvo que intervenir nuestro encargado para poder el agua en su cauce normal.
A la salida Bric, el inefable Irving y yo, sin almorzar, fuimos a cobrar nuestro sueldo de cada fin de mes, cuando salimos de la agencia llegaron Tito y Robert. Enfilamos al Tottus para saborear cualquier cosas que fuese comestible. El Loquito estuvo como siempre conversador y "amenazante". Recorrimos luego el centro comercial, pasamos algunos minutos en la sección de libros, el Loquito me dijo que había leído varios de los títulos que allí habían y cuando pasamos por la exhibición de colchones no tuvo el menor reparo que tirarse de espaldas sobre un suave colchón para sorpresa de algunos presentes. Algo cansados por el agitado días nos dirigimos a nuestras respectivas casa.