Particularmente, no me gusta tener el pelo demasiado corto ni excesivamente largo. Muy corto no, porque se me paran los cabellos como cerdas de cepillo de lavar ropa o muy largo, tampoco, porque me hace lucir desordenado con los cabellos por la frente arremolinados en un vaivén caótico y de desenfreno. Trato de, o intento por lo menos, hallar un ponderado y aceptable término medio. Dicen los entendidos en esta frívola materia que un buen corte no se nota o no cambia, en todo caso, dramáticamente tu percepción ante el resto de la gente. Dos veces me he sentido con un mal o pésimo corte encima... La primera vez cuando estudiaba en San Marcos y que por querer ahorrar unos centavos le dije a mi hermana que me cortara los cabellos pues odiaba ir a la peluquería del señor Azcarza, un anciano que desde muy niño y durante toda mi etapa escolar me había hecho un corte militar que me hacía lucir orejón. Mi hermana no quería cortármelo pero yo insistí así es que ella empezó con el proceso... Corto un poquito aquí y un poquito allá, la tijera parecía no tener mucho filo pues sentía que en lugar de cortarme el cabello me los arrancaba de raíz. Me miré al espejo y no me pareció tan malo el resultado pero al día siguiente algunos amigos bromeaban con respecto a mi corte ya que encontraban algunos huecos o desniveles en algunos sectores de mi cabeza que no tuve más remedio que ir donde el señor Ascarza e igual me estuvieron fregando en la U.
La segunda vez es ahora... Ayer, estuve por Villa el Salvador y fui a mi peluquera, una linda chicas de ampulosas formas que me corta el cabello de vez en cuando pero se encontraba ocupada con dos clientas que tenían sus cabezas cubiertas con esos gorros plásticos para fijar algún tinte o químico que se usa para el cabello. Me dijo que iba a tardar y le dije que volvería. Pero no volví y estuve buscando una peluquería. Otra de las cosas que odio es tener que esperar, así es que estuve buscando una peluquería. Para colmo de males, todos parecían haberse puesto de acuerdo para cortarse el cabello pues todas las peluquerías se encontraban llenas de gente. Caminaba con Verónica por los caminos arenosos de Villa y divisamos una peluquería vacía. Cruzamos la pista de la D y toqué la puerta. Una voz que sonó a quejido me respondió pero no pude determinar de donde provenía. Cruzamos el umbral de la puerta con Verónica y vi detrás de la puerta a una señora sentada en un sillón y cubierta de una manta quejándose del frio reinante. Le dije que quería que me arreglara el cabello, que no lo cortara chico pero ella no entendió al parecer. Prendió aquella maquinita, que yo llamó la trasquiladora mientras me decía que me iba a rebajar un poco los costados. Cortó o trasquiló el derecho cuando de pronto se produjo un corto en el fluido eléctrico. La señora salió a indagar a los vecinos si el corte era general y la respuesta fue afirmativa. No tuvo más remedio y yo menor consuelo que soportar los tijeretazos de esta quejumbrosa y campechana mujer. Cuando me di cuenta ya me había volado el cerquillo y tuve que prácticamente pararle la mano para que no siguiera con el "genocidio" de mis pobres cabellos... Todos los peluqueros, a los que he ido en vida, me peinaban hacia adelante el cerquillo y me preguntaba cuantos dedos por el encima de las cejas quería que me cortara, esta mujer no pues ya me había volado prácticamente una palma y mi frente se mostraba despejada (¡Fuck!) y la muy fresca tuvo la desfachatez de decirme que lástima que no hubiese luz para ver como había quedado mi corte. De camino a casa de mi hermana Vero trataba de decirme que no me había cortado tan mal, que parecía otro...
En el trabajo, hoy, algunos compañeros me estuvieron "jodiendo" por el nuevo look y yo que no me cansaba de maldecir a aquella abominable criatura que me había hecho sentir en lo más hondo de los avernos. Cada hora iba al baño para mojar mis cabellos para tratar de "domesticarlos", por así decirlo, pero seguía igual, corto por todos lados y con la frente despejadísima como Hermann Monster... Jesús me estuvo fregando que eso me pasaba por ahorrar unos centavos. Creo que hasta el corte al rape de Jose Antonio, el chico de la limpieza, le quedaba mucho mejor. Y a mi que no me gusta esperar no tendré otra alternativa que hacerlo hasta que doña naturaleza haga lo suyo y restablezca las cosas. Mientras tanto seguiré lidiando con las bromas de Erick y Jesús...
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