martes, setiembre 25, 2007

"¡Primavera no canta...!"

En los últimos días el frío se ha acentuado como si recién hubiese empezado, de lleno, el invierno. ¡Qué paradójico!,una ironía empezar la temporada primaveral con una llovizna persistente y un frío que cala hasta los huesos.

Ayer, me sentí remal. Una molestia estomacal me acompañó casi toda la mañana y estuve a punto de retirarme temprano a casa, incluso ya tenía el permiso firmado por el super-supervisor pero haciendo de tripas el corazón y anteponiendo mis deberes sobre mis humanos achaques permanecí "incólume" hasta las cinco en punto.

Un dolor abdominal, como les dije líneas arriba, me estuvo molestando cuasi toda la mañana y minutos después del mediodía y creo que el origen podría estar en la combinación de alimentos que ingerí, hablando eufemísticamente por no decir "tragué", el domingo. Mis domingos son una calamidad..., desayuno mal, tarde o nunca, almuerzo en mi casa y en casa de mi hermana que no es precisamente una cheff en materia culinaria, salgo a pasear con mis sobrinas y compro dulces y pasteles que no creo que exista estómago humano capáz de resistirlo, tarde o temprano todo exceso o desequilibrio pasa factura. El domingo aparte del arroz con pollo preparararon en casa un picante ¡no!, un picantísimo cebiche (o ceviche) que por más que me esforcé en saborear el pescado y demás ingredientes todo se vio opacado por aquel infernal ají que destruyó mi flora y fauna estomacal. En casa de mi hermana ¡oh grandiosa coincidencia! también prepararon ceviche pero que aunque carecía de excesivo picante, el limón estaba amarguísimo como si se tratara de un ácido apenas digerible para mi paladar. Amén de los pastelillos, leches volteadas, comidas chatarras y etc...

Casi doblándome en un insufrible cólico pedí permiso a mi encargado para retirarme temprano y accedió de muy buena gana pero poco después le dije que ya no me iba, siempre he sido inseguro... Me acuerdo de mi anterior encargado cuando le dije que estaba con malestar por una inflamación a las amigdalas que me impedía desarrollar a plenitud mi función que en ese entonces requería mucho esfuerzo físico, y mi pletórico encargado que corría a preguntarme cada media hora si ya me había recuperado para volver a mi función (¡Plop!)... LLegó la tarde y ya la molestia se había "evaporado", literalmente, como se lo hice saber a Lazarito que esbozó una amplia sonrisa por mi insolente sinceridad. Eso sí, el frío era intenso en el comedor, tenía el polar cubriéndome hasta el mentón, mis manos estaban heladas como cubitos de hielo en iglú de esquimal. Mientras la Primavera no canta seguiré soportando las crudezas de este clima cada vez que un desalmado levanté la puerta para recibir a un proveedor y yo sentando estaré mirando un insulso código binario tiritando de frío...

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