Lo normal después de recibir la mercadería y chequearla es disponerla (proceso asociado al sistema) y anclarla (otro proceso también asociado al sistema) en sucursal, pero el sistema impide disponer la mercadería y por ende tampoco se puede anclar. Tenemos que elaborar listas con las mercadería, llevarlas al encargado para que las digite o en su defecto aplicar otra opción del sistema que es asignar pedido a tienda, una tarea tediosa y propensa a errores. El miércoles pasado fue toda una odisea. Algunos salimos a comer recién a las tres y otros a las cuatro. Cuando el encargado me dijo que podía ir a comer me sentí más que aliviado pues ya empezaba a ver estrellitas fulgurantes a mi alrededor y a sentir un sabor a hiel en mi boca. Cuando llegué al comedor, con paso presuroso y con el hambre por delante, no era el único. Todos devoraban su comida con gran impetú y a pesar del agotamiento físico y mental la alegría era contagiante. Como siempre el tema de conversación era "Alondra". "Alondra" no es una chica sino un chico amanerado que es el "amor platónico" de todos... Obvio que todos se tiran la pelota.
Hablábamos de cualquier cosa para pasar el rato y de repente de entre las bancas del comedor, como una aparición fantasmal, emergió la figura del tío "Lobo" que se desperezaba levantando los brazos después de una siesta más que merecida. El tío "Lobo" es una persona ya mayor, siendo lo más destacado de su aspecto sus enormes y desorbitados ojos, además de su grotesco sentido del humor. Walter le hizo una pregunta inocente y recibió por parte del tío "Lobo" una respuesta criolla aderezada con ajos y cebollas y envuelta en una sonora carcajada. Todos reímos al unísono menos Walter que se puso rojo de la vergüenza pues se había convertido en el "punto" del tío "Lobo".
El tío "Lobo" monopolizó la conversación con sabrosas anécdotas de sus diez años en la empresa y en una rato serio nos aconsejo que no faltemos pues la calle está dura... Nos contó como era el almacén en sus inicios. Actualmente podíamos ver una enorme mole con lo mejor y más moderno de un almacén que se precie como tal en toda la extensión y el sentido de la palabra. Antes, contaba el tío "Lobo" que podíamos transitar como ahora con los patos... El piso en lugar de concreto parejo era tierra y llena de hoyos que habría que cubrir con ayuda de una lampa, colocar cartones y tapizones para que las carretillas y los patos mecánicos, escasos, pudiesen transitar. El trabajo era duro y el tío contaba que hasta algunos lloraba y otros no retornaban después de salir a comer. La mercadería estaba regada por doquier formando inmensos cerros que bien podrían hacer de fortaleza inca. Nos contó que una vez tuvo a su cargo a 150 personas y que tenía que estar al pendiente de que ninguno de ellos "hueveara". El tío tiene un silbido potento, agudísimo y muy conocido por todo el mundo. Apenas silbaba aparecían y dejaban a medias los que estaban haciendo y las 150 personas se acercaban con premura al tío "Lobo" rodeándolo. Él, a pesar de su gran manejo de grupo, se asustaba del enorme tumulto en torno suyo y decía "nada, nada, regresen a trabajar".
El tío, en aquel entonces, vivía en el Callao y salía siempre muy tarde, algunas veces a la diez, otras a las once y no faltaban los días en que lo hacía a la una o dos de la mañana por lo qu dormía en algún parque o dentro del almacén. Se las arreglaba para no pasar frío pero no podía hacer nada contra las almas pues "aquí penan como la concha su madre, sobrinos...", lo decía abriendo enormes sus ya desorbitados ojos que se mantenían en cavidades oculares de puro milagro. "Me echaba a dormir y sentía clarito como me jalaban las piernas, daba palmazos por mis pies y sentía que me jalaban del brazo, llevaba mi brazo al pecho y me jalaban de los cabellos... ¡Aquí penan como la concha su madre...!".
Para cualquier incrédulo toda explicación se relacionaría con un mal sueño pero para no dejar duda alguna sobre las almas en pena, el tío refirió otra anécdota. Esta vez trabajaba de madrugada con un grupo de 30 personas. El trabajo era muy fuerte y él se daba cuenta de ello y los mandaba a que se tomen un descanso de hora u hora y cuarto. Él, mientras tanto, cogía unos cuantos cartones y se tiraba a descansar en el piso rodeado de inmensas torres hechas en base a cajas de cartón llenas de ropa y otros enseres. No había transcurrido más que un instante que había mandado a los chicos al descanso cuando sintió el ruído de cajas cayendo y voces de personas trabajando. Él, pensó que los chicos habían retornado del descanso y que ya se encontraban trabajando y se levantó para dirigir los trabajos. Camino por los largos pasillos hechos de cajas pero no vio a nadie, por más que buscó y buscó a través de ese laberinto hecho de cajas no vio a nadie. Se le heló la sangré y un escalofrío le recorrió el espinazo. Silbó más fuerte que nunca y por primera vez en su vida nadie acudió a su encuentro. A falta de alas no le quedo más que huir dando brincos y tumbos contra las cajas desesperadamente...
Yo he trabajado de madrugada algunas veces en el almacén y por más que sea incrédulo total sentí presencias y frías ventiscas en lugares donde no había aberturas. Cuando caminaba con dirección al baño, lo hacía a toda prisa. El silencio era total. Orinaba con temor esperando que algo saltara por mis espaldas... Si alguno vez logro ver un fantasma en mi vida no lo imagino de otra manera que con aquellos ojos saltones y la carcajada desmesurada del tío "Lobo".