domingo, agosto 27, 2006

Karina

Photobucket - Video and Image Hosting


Esta madrugada el teléfono y su impertinente timbrado me despertaron abruptamente, cortaron de plano todo vestigio de mi solaz sueño. El sábado me acosté muy temprano, creo que me quedé dormido antes de las nueve espectando un aburrido encuentro de fútbol entre mi cada vez más alicaído equipo favorito -Cristal- y otro que sin ser la octava maravilla se da el gusto y se vanaglorea de estar liderando la tabla de posiciones del mediocre fútbol peruano. Estaba muy cansado para hacer alguna otra cosa en sábado. El trabajo estuvo muy duro. Tuvimos que descargar dos contenedores conteniendo, cada uno, más 300 televisores de 21". Jamás ví tantos televisores juntos, bueno creo que es sólo la punta del iceberg de lo que me espera el lunes con la llegada de otros diez contenedores con similar carga. El "loquito" Erik me estuvo "cargando" con lo del aún vigente tema del goleador: "Allí está el goleador con los goles de chiripa... ¡Apúrate debilucho, aquí te quiero ver!". Era un día frío pero entramos en calor muy rápidamente, mi polo estaba totalmente empapado en sudor y tenía sed terrible que logré amenguar con cuatro vaso de agua y sin respirar.

Me dolían los piernas tanto por correr o empujar los televisores a lo largo del contenedor como por los golpes que recibí al bajarlos de una altura mediana. A la salida, abordamos una moto Erik, Bric y yo. El camino fue corto y luego abordé la custer que me llevaría a casa y a mi cama, destinos más deseados que nunca... Como siempre perdí quince minutos en la avenida San Juan por el tráfico. Al llegar comí sin muchas ganas y me puse a ver la tele hasta quedar profundamente dormido... El timbre del teléfono con un sonido impaciente, penetrante, me sacó del sétimo sueño y descalzo bajé los quince escalones de la escalera de caracol. Le gané el auricular a mi madre por puesta de mano, al otro lado del hilo telefónico escuché una voy harta conocida, era la de mi hermana Lita que llamaba desde el Hospital María Auxiliadora. Mantuve la calma pues tenía frente a mí a mi madre, una mujer sensible y siempre muy preocupada por sus hijos y nietos. Lo que me dijo mi hermana era que Karina, la segunda de sus hijas mujeres, estaba internada en el hospital. Náuseas, vómitos incontenibles, calenturas hacían presa a la delgada Karina. Ya le había aplicado suero intravenoso y mi hermana estaba a la espera de los resultados. Le conté a mi mamá lo que me había dicho y lo tomó con calma aparente. Mi padre, inquieto, se comunicó con el esposo de mi hermana, a las cuatro de la mañana, que se había quedado en su casa con la pequeña Valeria y con Verónica, la mayor para informarse sobre la salud de Karina. Mi hermana menor y mi padre acudieron al hospital muy temprano. Yo tuve que ir a casa de mi hermana con mi sobrino para quedarme con las nenas mientras que mi cuñado iba a dar alcance a mi hermana y a su hija en el hospital.

Karina llegó a casa a las diez y media de la mañana con las huellas de las intravenosas cubiertas con pequeños esparadrapos de colores. Débil, se echó de barriguita sobre su cama. Volvió los líquidos y el járabe que bebió. Al mediodía tomó suero y un caldito que su mami le preparó. Seguía con calentura pero de a pocos su estómago se volvía más tolerable a los alimentos. A las 4 de la tarde, hora en que regrese a casa con Valeria, ya lucía mucho mejor. Seguro que esta noche, Karina, va recibir la llamada de sus abuelos que por motivos de fuerza mayor les resulta imposible verla esta noche. Supongo que ella comprenderá. Supongo que ella estará más engreída que nunca al lado de sus padres y hermanos...

No hay comentarios.: