Apenas ingresé a la Universidad me hice muy amigo de Hernán, un chico de 23 años, de aspecto descuidado, con aire de granuja y los síntomas manifiestos de haber probado de todo en esta vida. Él, fue quien me dio la mala noticia de que me habían timado como a un "cachimbo" apenas habiendo pisado la Facultad pues no tenía obligación alguna en abonar los cinco soles que pedía el Centro Federado a los ingresantes. Entonces, yo, era un adolescente imberbe, crédulo, inocente, en fin, un tonto de capirote en su más pura esencia; si hasta vergüenza me da recordar que asistí por primera vez a la U en compañía de mi mamá. Bueno, para defensa mía debo decir que sólo tenía 16 años y muy poca "calle". Creo que lo chicos de entonces o éramos más inocentes o es que yo formaba parte de un eslabón perdido.
A veces, Hernán, se comportaba de manera tan extraña que me sacaba de cuadro. Recuerdo que leyendo las pintas subversivas de las paredes de la facultad de Matemáticas y el inmenso mural que representaba a los mil ojos y mil oídos del terror siniestro, él, se ofreció a darme una explicación sobre aquellas y para lo cual me citó, para el día siguiente, a las tres de la tarde en el parquecito ubicado frente al comedor de la Ciudad Universitaria. Lo esperé por espacio de media hora por encima de la hora convenida. Un chico de otra facultad se me acercó y me preguntó si estaba solo y obvio que lo estaba pues no había nadie más alrededor... Le dije que esperaba a alguien y eso le dio pie a que se invitara sólo a hacerme compañía mientras llegaba mi amigo. Era integrante de un grupo cristiano y me mordía a preguntas que estaban relacionadas con la religión, mi tema no favorito. Menos mal que llegó Hernán y me rescató de aquel trance. Me llevó sigilosamente, como mirando que nadie nos siguiera, hasta un salón de la facultad de química donde no había nadie más que nosotros. Sacó un cuaderno destartalado hizo una serie de trazos y trató de explicarme la diferencia entre MRTA y Sendero Luminoso. Para él el MRTA era un grupo romántico no violentista como sí lo era Sendero, según sus palabras claro. Para mí, ambos grupos eran lo mismo pero a él le pareció que mi apreciación era muy simplista. Siguió haciendo garabatos pintando a los terroristas como mansas palomas idealistas, al final no recuerdo como acabó la "clase" sólo sé que seguí sintiendo temor por los terroristas y considerándolos como seres desalmados.
Hernán tenía una formación de Academia, aprobaba los cursos de número con mediana holgura. Muchas chicas se le apegaban para que les enseñara las materias que dominaba con mediana claridad y él no se hacía de rogar. Infaltable su camisa a rayas verticales y entreabierta a la altura del ombligo mostrando un incipiente vello y que no le daba vergüenza alguna jugar con él mientras conversaba con alguien.
Recuerdo que cuando caminábamos hacia la hemeroteca de la Facultad de Literatura, vimos un grupo de periodistas japoneses que hacían un informe de San Marcos. Habían plantado una cámara que registraba el paso de los estudiantes por la vereda lateral de la Facultad de Derecho. Yo caminaba orondo, no me considero telegénico en absoluto pero para qué hacerle un desplante a una cámara que grababa horas de horas para sólo poner unos cuantos segundos de lo grabado en un informe posterior. Hernán apenas vio la cámara cerca se cubrió el rostro con sus cuadernos y avanzó de esta manera hasta dejar atrás la cámara. Parecía sufrir de delirios de persecución. Poco después me hice muy amigo de Kike y nos hicimos inseparables, Hernán parecía un trotamundos pues tomaba otras clases y siempre paraba rodeado de chicas muy guapas. Después, simplemente le perdí la pista como a un gato techero...
A veces, Hernán, se comportaba de manera tan extraña que me sacaba de cuadro. Recuerdo que leyendo las pintas subversivas de las paredes de la facultad de Matemáticas y el inmenso mural que representaba a los mil ojos y mil oídos del terror siniestro, él, se ofreció a darme una explicación sobre aquellas y para lo cual me citó, para el día siguiente, a las tres de la tarde en el parquecito ubicado frente al comedor de la Ciudad Universitaria. Lo esperé por espacio de media hora por encima de la hora convenida. Un chico de otra facultad se me acercó y me preguntó si estaba solo y obvio que lo estaba pues no había nadie más alrededor... Le dije que esperaba a alguien y eso le dio pie a que se invitara sólo a hacerme compañía mientras llegaba mi amigo. Era integrante de un grupo cristiano y me mordía a preguntas que estaban relacionadas con la religión, mi tema no favorito. Menos mal que llegó Hernán y me rescató de aquel trance. Me llevó sigilosamente, como mirando que nadie nos siguiera, hasta un salón de la facultad de química donde no había nadie más que nosotros. Sacó un cuaderno destartalado hizo una serie de trazos y trató de explicarme la diferencia entre MRTA y Sendero Luminoso. Para él el MRTA era un grupo romántico no violentista como sí lo era Sendero, según sus palabras claro. Para mí, ambos grupos eran lo mismo pero a él le pareció que mi apreciación era muy simplista. Siguió haciendo garabatos pintando a los terroristas como mansas palomas idealistas, al final no recuerdo como acabó la "clase" sólo sé que seguí sintiendo temor por los terroristas y considerándolos como seres desalmados.
Hernán tenía una formación de Academia, aprobaba los cursos de número con mediana holgura. Muchas chicas se le apegaban para que les enseñara las materias que dominaba con mediana claridad y él no se hacía de rogar. Infaltable su camisa a rayas verticales y entreabierta a la altura del ombligo mostrando un incipiente vello y que no le daba vergüenza alguna jugar con él mientras conversaba con alguien.
Recuerdo que cuando caminábamos hacia la hemeroteca de la Facultad de Literatura, vimos un grupo de periodistas japoneses que hacían un informe de San Marcos. Habían plantado una cámara que registraba el paso de los estudiantes por la vereda lateral de la Facultad de Derecho. Yo caminaba orondo, no me considero telegénico en absoluto pero para qué hacerle un desplante a una cámara que grababa horas de horas para sólo poner unos cuantos segundos de lo grabado en un informe posterior. Hernán apenas vio la cámara cerca se cubrió el rostro con sus cuadernos y avanzó de esta manera hasta dejar atrás la cámara. Parecía sufrir de delirios de persecución. Poco después me hice muy amigo de Kike y nos hicimos inseparables, Hernán parecía un trotamundos pues tomaba otras clases y siempre paraba rodeado de chicas muy guapas. Después, simplemente le perdí la pista como a un gato techero...
2 comentarios:
A todos nos ven la cara como cachimbos... ¿o no?
Interesante relato.
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