A las dos de la tarde perifonearon mi nombre a través de los parlantes del almacén. Yo no alcancé a escuchar nada pues me encontraba en el comedor devorando el lomito de mi taper que acaba de sacar humeante del microondas. Tuve que hacer malabares, con la cuchara, para coger las papas, que me había enviado en lugar de un tenedor. El comedor se encontraba abarrotado de trabajadores, algunos comiendo, otros conversando y un par que derrotados por el sueño se había acostado de espaldas sobre las bancas ocupando buena parte de ellas. Un murmullo ininteligible como bruma cubría el ambiente, de tanto en tanto palabras sueltas volaban libres y quedaban flotando en el espacio abierto. Un frío intenso me hacía tiritar de pies a cabeza. El comedor, consta de varias mesas largas y cada una de ellas acompañadas de dos bancas tan largas como las mesas; se encuentra ubicado a un lado del estacionamiento y separado de aquel por un enrejado. El techo está hecho de cañabrava que cuando llueve deja pasar algunas gotas que caen mansamente sobre la cabeza de algún desprevenido comensal.
Me encontraba rodeado de mucha gente conocida pero ninguno que trabajara en mi zona, por lo que podría decir que me encontraba sólo pero rodeado de mucha gente. A los diez minutos que había empezado a comer llegó Mario, muy amigo mío, un chico risueño y que siempre me saluda de una manera muy peculiar: "¡Habla Chantarín!, ¿como anda la molleja?". La primera vez que escuché aquella expresión mostré mi total extrañeza y picado por la curiosidad le pedí que me explicara. Traducido al castellano castizo puede decirse de esta manera: "¿Cómo estás amigo que cuentas? ¿Y como te va con las chicas?", obviamente, suavizando la expresión original que posee una marcada connotación sexual.
Poco después llegó El Viejo que fue el primero en decir que había escuchado mi nombre a través de los parlantes pidiendo que me acercara a la oficina de recursos humanos. Inicialmente, me pareció que se trataba de una broma. Me dijo que también había llamado a Lucho y Walter. Paúl, otro chico de la zona, me repitió lo que había dicho El Viejo, entonces recién le creí. Quise terminar de comer pero no pude. Tapé mi taper y les dije que regresaba en un instante. De camino a la oficina de Recursos Humanos me crucé con Walter y Lucho que ya habían ido a la oficina de recursos humanos y que se dirigían ahora al comedor con un aire de seriedad en sus rostros. No hable mucho con ellos sólo me dijeron que Ricardo quería hablar conmigo. Entré al almacén, y algunos amigos más me dijeron lo que todos habían oído menos yo. Algunos me llamaban "¡ya la hiciste!". Con premura subí las escaleras y me dirigí a la oficina. A través de los cristales ví a Ricardo y a Enrique. Apenas me vio Ricardo me ordenó pasar. Sentado con el cuello vuelto atrás y dejando la mayor parte de su humanidad orientado hacia el escritorio me empezó a decir que se me había presentado una buena oportunidad y que no podía desaprovecharla. Me estaba ofreciendo la posibilidad de pasar de ser un trabajador por contratos cortos o campañas a regular con todos los beneficios. Me sorprendieron sus palabras. Me dijo también que tenía que convesar con mi encargado de zona para ver si estaba de acuerdo con aquella media pues ella involucraba un cambio de zona. Le pregunté que adónde me iban a enviar y me dijo que aquella pregunta no venía al caso pues un regular puede ser asignado a cualquier zona. En todo caso me dijo que primero conversara con mi encargado de zona para salir de allí como un caballero. Le agradecí y le dije que conversaría con mi encargado y que después pasaría por la oficina para informarle el resultado. Volví al comedor.
Walter, siempre alegre, bromista estaba muy serio al igual que Lucho que se mostraba pensativo (¿será verdad tanta belleza?). Tanto tiempo luchando por ser considerado como un trabajador estable, tantas promesas incumplidas y que este cambio de situación laboral se diera de una manera tan inesperada no lograba convencerme del todo. La semana pasada, Heller, el encargado de mi zona había seleccionado de entre más de 40 personas a tres regulares. Escogió a tres personas a las que apreció mucho, sin embargo una sensación de desazón y resignación se apoderó de mi... Total, ya estaba acostumbrado a los finales de contrato y a esperar una nueva llamada a labora tuviendo muchas veces que esperar más de dos semanas para un nuevo llamado. Sammy, uno de los elegidos me miraba tratando de hallar en mi alguna señal de envidia. No la había como tampoco una gota de alegría. "Ya te tocará...", me dijo, "no es gran cosa", añadió. Creo que obró con justicia, el encargado, pues las tres personas son muy capaces y trabajadores y también saqué de mi cabeza la idea de ser alguna vez regular. Algunos me molestaban porque no me habían nombrado entre los elegidos y otros mostraban extrañeza de que no hubiesen mencionado.
En el comedor, Walter me contó como Ricardo se le había acercado mientras trabajaba y le había pedido sus datos ante la sorpresa de un siempre dicharachero Walter que en ese momento se había vuelto mudo. Lucho seguía sopesando la idea y estaba dudando. Primero me convencí de aceptar yo, luego Walter ("¿Me arrojo al agua como Grau?", siempre bromeando). Lucho dijo que iba a hablar primero con su encargado.
Me encontraba rodeado de mucha gente conocida pero ninguno que trabajara en mi zona, por lo que podría decir que me encontraba sólo pero rodeado de mucha gente. A los diez minutos que había empezado a comer llegó Mario, muy amigo mío, un chico risueño y que siempre me saluda de una manera muy peculiar: "¡Habla Chantarín!, ¿como anda la molleja?". La primera vez que escuché aquella expresión mostré mi total extrañeza y picado por la curiosidad le pedí que me explicara. Traducido al castellano castizo puede decirse de esta manera: "¿Cómo estás amigo que cuentas? ¿Y como te va con las chicas?", obviamente, suavizando la expresión original que posee una marcada connotación sexual.
Poco después llegó El Viejo que fue el primero en decir que había escuchado mi nombre a través de los parlantes pidiendo que me acercara a la oficina de recursos humanos. Inicialmente, me pareció que se trataba de una broma. Me dijo que también había llamado a Lucho y Walter. Paúl, otro chico de la zona, me repitió lo que había dicho El Viejo, entonces recién le creí. Quise terminar de comer pero no pude. Tapé mi taper y les dije que regresaba en un instante. De camino a la oficina de Recursos Humanos me crucé con Walter y Lucho que ya habían ido a la oficina de recursos humanos y que se dirigían ahora al comedor con un aire de seriedad en sus rostros. No hable mucho con ellos sólo me dijeron que Ricardo quería hablar conmigo. Entré al almacén, y algunos amigos más me dijeron lo que todos habían oído menos yo. Algunos me llamaban "¡ya la hiciste!". Con premura subí las escaleras y me dirigí a la oficina. A través de los cristales ví a Ricardo y a Enrique. Apenas me vio Ricardo me ordenó pasar. Sentado con el cuello vuelto atrás y dejando la mayor parte de su humanidad orientado hacia el escritorio me empezó a decir que se me había presentado una buena oportunidad y que no podía desaprovecharla. Me estaba ofreciendo la posibilidad de pasar de ser un trabajador por contratos cortos o campañas a regular con todos los beneficios. Me sorprendieron sus palabras. Me dijo también que tenía que convesar con mi encargado de zona para ver si estaba de acuerdo con aquella media pues ella involucraba un cambio de zona. Le pregunté que adónde me iban a enviar y me dijo que aquella pregunta no venía al caso pues un regular puede ser asignado a cualquier zona. En todo caso me dijo que primero conversara con mi encargado de zona para salir de allí como un caballero. Le agradecí y le dije que conversaría con mi encargado y que después pasaría por la oficina para informarle el resultado. Volví al comedor.
Walter, siempre alegre, bromista estaba muy serio al igual que Lucho que se mostraba pensativo (¿será verdad tanta belleza?). Tanto tiempo luchando por ser considerado como un trabajador estable, tantas promesas incumplidas y que este cambio de situación laboral se diera de una manera tan inesperada no lograba convencerme del todo. La semana pasada, Heller, el encargado de mi zona había seleccionado de entre más de 40 personas a tres regulares. Escogió a tres personas a las que apreció mucho, sin embargo una sensación de desazón y resignación se apoderó de mi... Total, ya estaba acostumbrado a los finales de contrato y a esperar una nueva llamada a labora tuviendo muchas veces que esperar más de dos semanas para un nuevo llamado. Sammy, uno de los elegidos me miraba tratando de hallar en mi alguna señal de envidia. No la había como tampoco una gota de alegría. "Ya te tocará...", me dijo, "no es gran cosa", añadió. Creo que obró con justicia, el encargado, pues las tres personas son muy capaces y trabajadores y también saqué de mi cabeza la idea de ser alguna vez regular. Algunos me molestaban porque no me habían nombrado entre los elegidos y otros mostraban extrañeza de que no hubiesen mencionado.
En el comedor, Walter me contó como Ricardo se le había acercado mientras trabajaba y le había pedido sus datos ante la sorpresa de un siempre dicharachero Walter que en ese momento se había vuelto mudo. Lucho seguía sopesando la idea y estaba dudando. Primero me convencí de aceptar yo, luego Walter ("¿Me arrojo al agua como Grau?", siempre bromeando). Lucho dijo que iba a hablar primero con su encargado.
2 comentarios:
Hey que bueno
que las cosas
mejoraran!
Eso me hace sentir
muy bien
siempre despues
de la tempestad
viene la calma.
Sabes me alegro
demasiado por ti.
Ojala pronto
te encuentre
por el Ciberespacio
se extraña conversar
contigo
Escuchando: Ella by Bebe
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