viernes, diciembre 08, 2006

"¿Quedamos como amigos?"

Nuestros cuerpos entrelazados, sudorosos, brillantes, se movían al ritmo de una pasión, enturbiada, sumida en el hastío y en la cruel rutina de la que he huído toda mi vida. Ya no era lo mismo. No era la primera vez que estábamos juntos, definitivamente no, pero sería la última... No hallaba la frase correcta para decirle que ya no sentía lo mismo que antes, que aquella magia que hacía palpitar mi corazón se había esfumado de la misma manera como apareció aquella noche que, entre balbuceos, dudas y silencios interminables, le dije que me gustaba...

En nuestros largos paseos por las calles de Los Precursores le decía una y otra vez que me gustaba. Ella tomaba con cautela mis palabras y me pedía tiempo al tiempo y que sólo la paciencia determinaría al final el inicio de una historia entre los dos... Motivado por el ímpetu de mis años insistí tanto que teminé por convencerla, a ilusionarla, a que mis palabras sonaran como arrullo en sus oídos, a confiar y entregarse plenamente a un amor sin amor, de palabras vanas, a una relación más física que espiritual y como no se puede desligar una de la otra el final era previsible. Me enamoré de la forma y no del fondo y cuando caí en cuenta de esa realidad tuve que dar marcha atrás y tragarme mis propias palabras. "Cada vez que me buscas es sólo para acostarme conmigo...", me dijo en más de una ocasión pero yo le decía que me gustaba por su espontaneidad, su alegría, su desenvolvimiento y que era mi contraparte perfecta pero cada vez que repetía las misma palabras éstas me sonaban terriblemente vacías...

Hacíamos el amor dos veces por semana. Nos encontrábamos en el mismo paradero y de ahí enrumbábamos al hostal de paredes encaladas. Se mostraba sonriente. Besaba sus hombros y pechos con frenesí. Su piel suave, sus senos palpitantes, su vientre siempre desafiante y a la espera del deseado tirano despertaban mi líbido hasta niveles inconmensurables. Le hacía llegar a las nubes, al sétimo cielo, al paraíso esquivo... Sin embargo, aquella vez fue distinto... Bajo una ténue penumbra podía verle los ojos brillantes , y ella pudo notar la tristeza en los míos y me preguntó que si tenía algo que decirle. Parecía preparado para algo, ¿era quizás su sexto sentido en acción o era clara, desnuda, mi intención? Me mordí la lengua cobardemente y le dije que "nada". Nuestro encuentro fue silencioso, la tarde-noche era quebrada por tibios escarceos. No tuvo que exprimirme el cerebro buscando la mejor salida pues ella me facilito las cosas: "¿Quedamos como amigos? y yo le dije que: "Sí...".



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