viernes, diciembre 22, 2006

"Un día de furia..."

Es una constante que en mi zona de trabajo la dinámica sea ardua y vertiginosa, la idea es que toda la mercadería esté en la puerta de salida, lista para ir a las sucursales de una importante tienda de departamentos, antes de la una de la tarde. En los últimos días el volumen de mercadería ha descendido notoriamente como también la cantidad de operarios destinados al control de calidad por lo que el esfuerzo que tenemos que desplegar es el mismo de siempre. Después de las doce del día, generalmente, termino agotado pues soy el encargado del traslado de mercadería a un grupo humano que me recuerda más a una jauría salvaje e insaciable... Y también tengo que soportar las impertinencias de algunos y como no suelo ser, casi siempre, el rey de la paciencia suelo estallar con facilidad. En más de una ocasión he querido mandar a la mierda a Walt y a sus sugerencias trasnochadas y acomodaticias pero esta tarde estallé como un pichín pues Lorenzo, un antiguo trabajador, grosero hasta el tuétano y que siempre intenta hacerse notar a través de sus burlas hacia los demás me puso un sobrenombre que no fue de mi agrado en lo más absoluto. Contraviniendo mi habitual naturaleza le menté la madre y lo mandé a la mierda, en ese orden. La adrenalina producida por la chamba hizo que soltara todo aquella retahíla de lisuras como una forma de catarsis... Yo soporto las bromas de mis compañeros pero no de aquella persona a la que no le he dado muestra alguna de amistad porque no parece una persona confiable y representa, para mí, el prototipo de la hipocresía en su más pura esencia. Lo mandé a la mierda y no arrepentí, aunque después Fabián, con su siempre resabida calma me dijo que no debería hacer caso a los comentarios mal intencionados pues él también ha sido víctima de los mismos y que es mejor no prestarles atención. Sin embargo, luego que estallé una gran calma me invadió y hasta puedo asegurar que me sentí más relajado que nunca y con una incontenible energía capaz de mover al almacén con sólo la fuerza de uno de mis flácidos brazos...

En la tarde nos mandaron de apoyo a otra zona, las repentinas caídas del sistema nos dio espacio para conversar y relajarnos con el siempre carismático y ocurrente Tito, los chispazos de Parko, la inocencia casi infantil de Gunther y el desenfado de Robert. El trabajo fue rápido y fácil, las pausas largas y divertidas. Eso sí terminé el día "Exhausto"...

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