Después de la tormenta viene la calma..., pero cómo tarda... Hoy me siento con la conciencia enturbiada, con el peso de la culpa sobre mis espaldas, me dejé llevar por un exceso de confianza y lo que en un primer instante me produjo gran satisfacción más tarde se convirtió en decepción. En decepción conmigo mismo por confiar demasiado en las personas. Ayer hablaba sobre la infalibilidad y hoy he comprobado, experimentando en carne viva, que sólo se puede tender hacia ella más no alcanzarla, somos humanos y por ende proclives al error y a la culpa... Aunque también soy consciente de que no debemos excusarnos en nuestra condición humana y mortal para equivocarnos y recaer en lo mismo. Sólo Dios y los imbéciles no cambian, dicen, y yo no me siento ni tocado por la gracia divina ni me considero tan bobo como para volver a cometer los mismos yerros ¡Dios!, qué terrible se siente cuando sabes que hiciste algo mal y lo peor es que pudo evitarse, eso es lo que más jode.
Bueno, ya pasó y espero para mi tranquilidad que no vuelva a ocurrir. Ya estoy en casa y apenas llegué mamá me reprendió por dejar a Vale despierta hasta altas horas de la noche. Anoche me fui a dormir, y me olvidé de ella... ¡Uy, qué mal padre postizo soy! Ella bajó del tercer piso, luego de jugar con Daniela, a la once de la noche. No sentí cuando entró a mi habitación. En la madrugada la oí llorar, encendí la luz y fui hasta su cama. Le pregunté por qué lloraba y me dijo que había "soñado de terror". Me acosté junto a ella, hasta que se calmó y se quedó dormida. Vale es como mi norte, mi tranquilidad en la tormenta, una pequeñita que adoro como si fuera mi hija y que me reta cada vez que llego tarde, se molesta conmigo pero luego me perdona... Me cuenta con mucha gracia lo que le pasó en el día o me lleva, prácticamente a rastras, hasta la tienda de la esquina para que le compré algún dulce. Ahora ve tranquila, recostada de pancita y con las manos sujetando su rostro, la tele. Le pregunté que si tenía tarea y me ha respondido que ha hecho toda su tarea... ¡Dios!, qué tranquila se le ve, para ella los problemas no existen y las pesadillas o malos sueños se borran con una poca de ternura.
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