domingo, diciembre 02, 2007

"Cristina"

(Plaza Central de Huallanca- Ancash)


Hace casi veinte años que falleció mi abuela Cristina. Es increíble cómo pasa el tiempo... Acabo de llegar a casa y le pregunté a mi padre por mamá y me ha respondido que ha ido a la misa en recuerdo de la abuela organizada por una de sus hermanas.

Mi abuela era un pan de dios, recuerdo que me llamaba "Javicho", con su voz grave pero a la vez dulce, cada que vez me veía, cómo olvidarlo, lo tengo grabado por siempre. Tenía una sonrisa hermosa y afable, un cutis aterciopelado y sin ninguna arruga. Sus cabellos cortos parecían una pompa de algodón y que contrastaba con sus hermosos ojos negros que se achinaban cada vez que sonreía. Sus manos eran blanquitas y recubiertas de pequeñas pecas que llamaban mi atención cuando niño.

Sufría de diabetes y su aspecto se había desmejorado mucho. En mi décimo cumpleaños recuerdo que me compró un helado mientras descendíamos por una empinada colina de Chorrillos. Ella caminaba muy lentamente apoyada del brazo de mamá. A las dos semanas entró en un coma profundo y al mes falleció.

A mi madre la crió su abuela materna en un pueblito de Ancash llamado Huallanca, un lugar con mucha historia y que el tío Mauro Aquino Albornóz, hermano de la abuela, se encargó de plasmar en un libro: "Yarupajá". Mi madre fue hija natural y por el machismo imperante de entonces se decidió que quedara bajo la tutela de su abuelos, Demetria y Téofilo. La abuela Cristina contrajo nupcias con el abuelo Valentín y se fueron a vivir a Barranco y luego a Chorrillos, tuvo con él cinco hijos.

(Retrato de la bisabuela Demetria, pintado por el tío Mauro Aquino Albornóz, Lima 1973 )

Mi madre, vivió los primeros ocho años de su vida en este agradable pueblecito lejos de la bonanza vivida décadas antes. No conocía a sus hermanos. Mamá me contó cómo ordeñaba a las vacas y comía queso recién preparado acompañado de un tazón de café humeante. A pesar de que vivió sólo ocho años bajo aquel cielo, entre azulado y plúmbeo, tiene un amor profundo hacia este lugar y lo visita cada año en Julio.

Cuando los abuelos se mudaron a Lima se establecieron en Barranco. Los hijos mayores seguían estudios universitarios en San Marcos y en Bellas Artes. Mamá iba a visitar a su madre pero siempre volvía donde los abuelos. Que sensación extraña sentía cada vez que iba a visitar a su madre, sentía que la quería pero no con la misma fuerza que con la que quería a sus abuelos. Cuando murió la abuela Demetria quedó muy dolida, aún conservo las fotos donde puedo ver a mi madre con los ojos hinchados por el llanto, con un vestido negro que no podía ocultar su avanzado estado de embarazo, Mila, mi hermana mayor ya estaba en camino. Mi madre tuvo la valentía de criar sola a su hija hasta que conoció a mi padre. Mila fue nuestra hermana mayor y la quiero tanto o más que a mis otros hermanos.

(Funeral de la bisabuela Demetria. Mamá, la primera de la derecha y al fondo, mismo lado, la abuela Cristina)


La noticia del fallecimiento de la abuela Cristina, la trajo el tío Víctor, el menor de los hijos de la abuela. A mi madre le afectó pero no tanto como cuando murió la abuela Demetria, a quien consideraba como más que una madre. Yo jamás conocí a la bisabuela Demetria más que por fotos o retratos pintados por su hijo Mauro pero sí y muy bien a la abuela Cristina y me dolió mucho su muerte. Más que dolor yo diría incredulidad, ver el cuerpo de mi abuela a centímetros pero sin la chispa de la vida, que extraña sensación y ver muchos rostros de tristeza en derredor... Las primas Miluska y Katherine llorando a mares durante el cortejo pues la querían mucho y el momento más triste cuando sus restos son introducidos en el nicho, provocando desesperación, desenfreno mustio indescriptible, crisis inmanejables...

Prefiero recordarla sonriendo, con esa sonrisa única que le iluminaba todo el rostro y que transmitía un halo de paz como el de un ángel camino al Cielo...

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