domingo, diciembre 23, 2007

"Un cuento para Valeria..."

Tú me enseñaste a pensar que la eternidad si existe...
Te quiero Valeria.

El calor era agobiante, pero eso no parecía incomodar a la pequeña Valeria que dormía tranquilamente en su cama, envuelta en sábanas blanquitas tan igual a un ángel dormido en el cielo en medio de nubes de algodón, y a su lado "Oveja", el peluche al que le había agarrado "camote"...

- ¡"Oveja", ven para acá! -dijo Valeria por tercera vez pero ahora con voz desafiante.

"Oveja", inmóvil, aparentemente tranquila, no se daba por aludida y permanecía recostada de barriguita sobre la alfombra azul.

Valeria pareció impacientarse y en un ¡chaz! se desplazó hacia donde estaba "Oveja", y estuvo a punto de, como una mamá enojada, tirarle de una oreja pero se contuvo. La verdad es que a Valeria no le gustaría que su mamá le jalara de las orejas si un día se portase mal, entonces por qué ella haría eso con la pobre "Oveja". ¿Pero si un día se porta mal, le jalaría su mamita de las orejas? ¡Claro que no!, pareció decir para sí misma totalmente convencida. Desistió de su intentona y bajó su mano sujetándola con la otra.

Pero no iba a bajar la guardia, ¡eso sí que nó!, porque "Oveja" se estaba portando mal, no le hacía caso, y todos los niños que desobedecen a sus padres tienen que ser castigados, ese era su parecer, ni más ni menos.

Pero qué castigo le impondría: ¿La dejaría sin ver la tele? Pensó que ese no sería el mejor castigo (¿Existen mejores o peores castigos?), pues Valeria acostumbraba siempre a ver la tele acompañada de "Oveja" y hacerlo sin ella le resultaría insoportable.

- ¡Ya sé! -pegando el grito al cielo- ¡Te irás a dormir sin cenar... !

La alegría, entre comillas, que había sentido al encontrar el adecuado castigo no le duró más de diez segundos, once para ser exactos, pues de sólo imaginar a la pobre "Oveja", su mejor amiga, sin alimento y hambrienta le partió el corazón y se sintió más triste aún por el sólo hecho de haberlo pensado. El arrepentimiento si que tiene sus bemoles...

¿Tal vez si le dijera al oído, muy quedito, "te perdono, pero no lo vuelvas a hacer" funcionaría? Perdería ciertamente un poco de autoridad pero igual, no le importaba más, lo intentaría...

"Oveja" permanecía quietita sobre la alfombra con la cabeza ladeada. Valeria acerca sus labios a la orejita descubierta de "Oveja" y apenas alcanzó a decir "Te perdo...", para luego callar y ver como dos gruesas e interminables lágrimas mojaban sus mejillas.

- ¿Qué pasa "Ovejita"? ¿Te duele algo?

"Oveja" asiente y se señala la orejita que hasta hace un rato había permanecido oculta contra el piso.

- Me duele y mucho -dijo "Oveja" y otro par de lágrimas rodaron por sus níveas mejillas.

Valeria preocupada y arrepentida, muy arrepentida, la llevo hasta la cocina. Preparó un mate de manzanilla y le lavó la orejita. "Ovejita" dejó de quejarse, ya no había lágrimas en sus mejillas sólo una inmensa sonrisa de oreja a oreja.

Valeria despierta y ve a su lado a "Oveja", la abraza y la colma de besos, y en especial a su orejita.

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